El Periódico de Panamá Revista de Análisis Político, Económico, Social y Cultural.
Por: José Dídimo Escobar Samaniego
Recientemente, el Magistrado presidente del Tribunal de Cuentas, Licenciado Alberto Cigarruista Cortéz, reveló que, en el cumplimiento de su responsabilidad como Magistrado de esta entidad encargada de procesar los casos de corrupción que se descubren como hallazgos primeramente por la Fiscalía de Cuenta y la Contraloría General de la República, se advierte que la corrupción ha tocado a todos los sectores del país, y expresó escuetamente que “Todos robamos”.Esas declaraciones, sin embargo, han causado que, algunos sectores se ruboricen y lejos de acoger el mensaje de admonición, han cargado contra el funcionario.
Las expresiones vertidas por el magistrado, intentan señalar que, la corrupción está dándose en todos los niveles de la sociedad, lo cual es una gran verdad, solo que de acuerdo a la capacidad económica de los autores, así mismo es el tarascón con que quieren servirse de lo ajeno y especialmente de los bienes públicos.
Así, los que más salivas tienen, tragan más harina, no obstante, la justicia parece que se deleita sólo juzgando a los delincuentes de poca monta, al que se roba una gallina, o un celular que, igualmente es execrable, pero palidece su energía ante los grandes potentados que le roban a los panameños y sobre ellos, no hay justicia que valga.
Ello nos lleva a que, los panameños tenemos que hace un alto y proceder a reformar el Estado y nuestras instituciones y lograr que exista una justicia sin miramientos y que los privilegios que ofenden a los pobres del país, sean exterminados y todo seamos tratados como iguales.
La sociedad nuestra está enferma, en cuidados intensivos, y la inoculación del virus de la corrupción ha puesto en peligro la existencia misma de la república y de los panameños. Es necesario corregir el rumbo que tenemos y volvernos de los malos caminos en que andamos, volver a revalorizar la Dignidad, el Decoro y la Decencia y así empezar a construir una sociedad y una patria para todos, como un legado responsable para nuestros hijos y nietos.
Que el Señor Jesucristo nos ayude a examinarlo todo y retener lo bueno y a desechar lo malo.
¡Así de sencilla es la cosa!
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