Autor : Ramiro Guerra.
Aquel día, llovía a cántaros. Aún así, no me dejé sugestionar por los rayos ni el ruido de los truenos.
A mi edad, caminaba lento. Cerca de mi andar, dos cuervitos me hacían escolta.
Regresaba del cementerio. Caminaba pensando ¿cuándo me llegará mi turno? De repente, escuche un grito que llegó en lo mas profundo del alma. Provenía del cementerio.
Decidí no mirar para atrás. Desde entonces, decidí no regresar a un lugar donde había estado.
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