Por: José Dídimo Escobar Samaniego
El corazón nuestro se ha vuelto insensible, se ha petrificado y endurecido hasta el extremo. En vez de desatar las ligaduras de crueldad, carecemos de compasión.
En vez de soltar las cargas de opresión, insistimos en avasallar a los más humildes, quebrantamos a los más desvalidos y lejos de romper el yugo, lo afirmamos con pérfida crueldad.
En vez de compartir nuestro pan con el hambriento, botamos comida al mar o al basurero con tal de mantener y aún subir los precios.
En vez de albergar a los pobres errantes en nuestras casas, los filmamos desvalidos y los subimos como una novedad burlesca, en nuestras redes sociales.
En vez de cubrir al desnudo, para protegerlo, le echamos agua helada y fétida sobre sus cuerpos.
En vez de ser solidarios con la tragedia de nuestros hermanos, nos escondemos y los desamparados, sacando a relucir nuestro ser oscuro y egoísta.
Si cambiáramos la trayectoria de nuestro andar, si tan solo nos arrepentiremos de los malos caminos que transitamos; entonces, nacería nuestra luz como el alba, y nuestra salvación se dejaría ver pronto, la justicia dejaría de ser una quimera, y el mismo Dios nos guardaría a diestra y siniestra y estaríamos seguros, rebosantes de alegría y gozo.
¡Así de sencilla es la cosa!
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