Panamá dentro de la esfera de intervención sistemática de los Estados Unidos.  

     

Por Ramiro Guerra M y José Dídimo Escobar Samaniego    

Miles de panameños murieron durante la invasión militar norteamericana del 20 de diciembre de 1989.

A menudo escuchamos, a tirios y troyanos, gente que se dice de izquierda y comúnmente a los que se dicen de derecha, “hay que ser realista”, Panamá está o se articula como un campo de influencia y todo tipo de intervención e influencia de los Estados Unidos y con eso la república, la nación tiene que convivir. No lo aceptamos, por la sencilla razón, de que, cuál razón pueda tener tal abyecta afirmación, cuando generaciones de panameños, se han resistido a que se nos considere, como un país y estado tutelado por esa nación. Tan cierto es lo anterior, que sin ese sentido de patria y de afirmación nacional, nunca hubiéramos acabado con el enclave gringo y su ejército todavía estuviera en el territorio nacional. Nuestros cementerios están llenos de cruces de héroes y mártires del patriotismo nacional.

Después de la invasión, algo ocurrió y grave. El sentido de lo patriótico y nacional, fue objeto de un proceso de mediatización; prueba al canto, el enfoque nacionalista de los pies de fuerza del estado, fueron objeto de una restructuración, por asesores técnicos, de los Estados Unidos lo mismo que se trabajó en dirección a borrar la memoria histórica de los panameños, intento dirigido a; eliminar de la enseñanza, la materia de relaciones de Panamá con los Estados Unidos.

Se fueron fraguando acuerdos bajo la mesa, que violaban la soberanía y favorecían abierta intervención en temas propios de nuestra Jurisdicción. Panamá desdibujó su perfil internacional y de país y estado libre de conducirnos como soberanos e independientes, quédanos reducidos a ser una correa de trasmisión de la política exterior gringa. La constante visita de altos funcionarios gringos, del comando sur, del departamento del estado, para fraguar acuerdos de seguridad, vigilancia que alcanza a lo regional, que nos hace parte o nos convierte en una rampla para intervenir en el resto de la región.

Hay un reverdecimiento de la doctrina Monroe. Los Estados vuelve sobre caminos de los documentos Santa Fe. Ahora, el caballo de Troya es, la corrupción y el narcotráfico. Sin tapujo alguno, dicen y afirman que, su jurisdicción rebasa sus fronteras y alcanza a nuestro país y la región.

Con ese enfoque, vienen a nuestro país, se reúnen con el órgano judicial, el ministerio público, la fuerza pública, influyen en la designación de funcionarios. En una administración pasada, se quejaron por la designación de un hombre de izquierda en el ministerio de gobierno y justicia. En torno al actual procurador, se conjetura que la fuente de poder en esa institución, está en el norte.

La embajadora de USA, en Panamá, se conduce como si fuera una funcionaria del más alto nivel de la administración pública.

Ahora resulta que la corrupción en nuestros países, atenta contra su democracia y su seguridad nacional. Un salvo conducto para intervenciones descaradas en los asuntos internos del país.

Lo grave de lo anterior, da pena ver a políticos y analistas, que centran sus opiniones en torno a lo que digan o dejen de hacer los gringos. Soslayan y evitan, entrar en la carga de intervención en nuestros asuntos internos, entre ellos, de la institucionalidad.

El poder mediático de las élites del poder, elevan los considerandos y decisiones de los Estados Unidos, como las del secretario Blinken, a una especie de línea editorial, dirigidas a ganar empatía a lo que el norte indica.

Estamos viviendo una época difícil y en el país, se ha impuesto una suerte de adocenamiento del sentido nacional.   Seguros estamos, que son tiempos, no necesariamente para siempre. La patria como el ave fénix, con la unidad del pueblo y la ayuda de Dios, levantará vuelo y volveremos a caminar por los senderos de la dignidad, el decoro, la independencia y soberanía.

 

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