Por: José Dídimo Escobar Samaniego
Cuando la Corte de Justicia de las Naciones Unidas, hace unos días conminaba a Rusia a salir inmediatamente de Ucrania, esta decisión judicial no tuvo ningún valor, por la sencilla razón que, el tal organismo, en otros casos similares o peores, nunca se convocó ni siquiera se dio por enterado de actos de guerra que causaron y causan en la actualidad verdaderos genocidios contra esos pueblos olvidados por la institucionalidad internacional.
En el obituario de la historia, tenemos que consignar la muerte por estrangulamiento, homicidio intencional y perverso de la legitimidad del Régimen penal internacional, porque los países poderosos, empezando por EE.UU., no lo reconoce, porque son ellos en todo caso, los que más han violado la soberanía de muchas naciones y las han sometido a la barbarie de guerras, cuyos efectos lo han pagado, los más pobres de la tierra.
El término latino legitimare, que significa hacer cumplir la ley, invoca un código de lo que debe ser y de un bien deseado por la sociedad mundial, que no quiere que los actos de los hombres y menos de la sociedad organizada sufra de la orfandad jurídica o falta de la legalidad, que son las reglas establecidas para que, en un orden mínimo, se pueda convivir.
En este sentido, entonces, la legitimidad es transformar algo en legítimo, en algo que cumple lo impuesto por la ley y por tanto se considera un bien para todo el conjunto de la sociedad de acuerdo a los parámetros específicos que hemos adoptado.
Los panameños hemos convenido desde nuestra Constitución Política, que el Poder Público, Emana del Pueblo y que el Estado se Organiza en Tres Poderes Separados e independientes y que, en función del Interés Público, debe darse una misma visión de colaboración en función de preservar el interés nacional de los panameños, aunque hay que decirlo que esta Constitución nuestra, la violan con tanta frecuencia que traigo a la memoria aquella conocida novela escrita por Gabriel García Márquez que intituló “La Cándida Eréndira y su abuela desalmada” en la que, a esa niña, su abuela la vendía como objeto sexual para que, en distintos pueblos, todos los hombres se “deleitaran”.
La imposición de los intereses de los países poderosos terminó con esa legalidad que hoy hubiera servido para restablecer la paz en el mundo, pero no se puede pretender que se convide la civilidad y la sensatez solo para algunos casos en que estén en juego intereses de los más grandes y poderosos estados. O Hay justicia para todos los estados y todos nos sometemos a un orden jurídico que permita el discurrir pacífico de la vida internacional o no se podrá imponer ese orden a algunos estados con los que tenemos alguna diferencia.
La legitimidad de las acciones de estas instituciones se pierde o muere cuando sus consecuencias, de su silencio y actuación selectiva y conveniente, causan daño a una mayoría inocente. No es necesario argumentar los innumerables hechos que hablan por sí mismos del drama que vivimos, en donde se nos impone caprichosamente y por la fuerza, a costa de valiosas vidas humanas, heridos, detenidos y daños materiales cuantiosos, la voluntad, no del pueblo, sino de los gobiernos que, saltan cuando les tocan sus intereses directos, pero no se inmutan cuando los que mueren son gente empobrecidas en diversas guerras en las que cada día mueren muchas personas a las que no se les respeta su dignidad humana ni el derecho fundamental a la vida.
Despertemos pues, no consintamos en el vil asesinato de la legitimidad y caminemos hacia la refundación de una nueva institucionalidad mundial, en donde la Dignidad Humana, la Justicia, el Decoro, el Respeto y la Decencia sean las normas fundamentales que nos guíen hacia la consumación de nuestro destino como hombres libres y en donde exista una legalidad para todos sin excepción.
0 No hay Likes:(“La Justicia es al Alma, lo que la Salud al Cuerpo”.