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En Memoria De Andrés Medina Torres

Celebrando una Vida ejemplar.

Andrés Medina Torres (1923-2023)

 

Don Andrés Medina Torres, vivió casi cien años, había nacido en 1923, en nuestro histórico noviembre, el día 30, precisamente en el mismo mes y año en que sucedía durante el 8 y 9 de noviembre el golpe de Estado conocido como el Putsch de la Cervecería, llevado a cabo por Adolf Hitler y el Partido Nazi, considerado el hecho de mayor impacto de esa fecha (1923), poco después de la primera Guerra Mundial y que sembró la semilla para la segunda gran conflagración, en la que para entonces, nuestro suegro Andrés, ya estaba muy consciente de, esa quizás, la crisis más grande que ha vivido la historia humana.

Don Andrés, quien el pasado 10 de marzo entregó su alma al Creador, me contaba que estuvo muy cercano a los estadounidenses por motivo de sus actividades laborales en la extinta Zona del Canal, donde estaban acantonadas desde 1942 unos 136 sitios de defensa del Ejército de estadounidense, con lo cual Panamá, entonces, quedó prácticamente militarizado, convirtiéndose de esta manera en un posible objetivo militar de las potencias enemigas de los Estados Unidos de América y como uno de los seis puntos geoestratégicos más importantes del mundo, sobre todo, en la lucha contra el Tercer Reich para preservar la democracia y la libertad. Décadas posteriores a la Segunda Guerra, la situación mundial aún mantenía de relieve a Estados Unidos, lo que sometía a quienes realizaban sus faenas en este punto, a tener que estar en constante alerta por las diversas razones y secuelas de la post-guerra, como le sucedía diariamente a él, a los panameños y a todos los que, allí, trabajaban.

Es por ello que, cuando viajábamos a La Chorrera y nos reuníamos con Andrés, sobre todo, en esos paseos motivados por el gran cariño que le profesaba su hija Edilma, Mima mi esposa, yo aprovechaba para ponerle mucha atención al viejo, porque allí en su mente ágil, hasta sus últimos días, había una cantera de conocimientos y vivencias que sorprendentemente, recordaba con esa gran claridad meridiana semejante a estos días brillantes de marzo que él escogió para viajar al infinito.

Tenía la confianza conmigo, Andrés conoció a mi familia. Mi padre ya fallecido y mi madre le tenían gran estima. En mi caso, no solo por ser su hijo político, diría más bien que debido a mi mente escudriñadora, gustosa de escuchar las buenas tallas y de la avidez de la gente inteligente, como lo demostró Don Andrés en su devenir andariego. Nunca fue pendenciero pero confrontaba lo que necesario. Siempre tenía presente un pequeño incidente por un trabajo de albañilería realizado en la ciudad de Las Tablas, al acaudalado Pabín Barleta,  quien cuestionó el pago por el trabajo realizado por Andrés y que le resultaba difícil pagarle según lo acordado, según decía, por haber terminado en tres días lo que se había calculado para una semana. Don Andrés increpó con sus inteligentes argumentos, y Don Barleta le dio la razón, ofreció sus disculpas y pagó según lo acordado. Esa historia también la escuché más de una vez.

Me dijo que de Los Santos era de donde realmente venía su apellido Medina; aunque en la Iglesia ayer, una de sus parientes, me dijo que era de Veraguas. A lo mejor tiene fundamentos, siendo su segundo, Torres, sobre todo, en Río de Jesús, donde existe un importante número de personas con este apellido. Pero hay dos razones por las cuales me inclinaría a pensar en que al menos el Medina de Andrés, sea de Azuero por razones de la historia de ese cognombre. Él me contó que su familia paterna era originaria del poblado de Santa Ana de esa provincia azuerense, aunque se radicó después en Cermeño, un poblado hermoso y de clima muy agradable en Capira.

Me agradaba mucho escuchar sus anécdotas, a veces repetidas como la de Barleta, pero nunca carentes de contenido y sustancia. Pensé muchas veces escribirle su historia, que es como para un libro; pero las circunstancias son las que manda y hoy, solo me han permitido escribir algunas referencias que incluso de manera jocosa y con la explayada riza que le caracterizaba puede compartir con él, y que motivaron este escrito.

Fue un hombre honorable y de costumbres ceñidas a su época de caballero de elegante vestir y buen calzado. Respetuoso, honorable, desprendido, trabajador y de carácter fuerte pero jovial a la vez.

Andrés nos hace recordar que somos nosotros y nuestra circunstancia. Que las personas somos los seres en cuya dialógica, en cuyo estar en recíproca presencia, nos vamos desarrollando el uno con el otro, al decir de Martín Buber. Es el convivir en la vida, en la existencia misma ya sea colectiva o estrictamente individual. Es también, saber que quienes le sobrevivimos, hoy aquí, tenemos la oportunidad de seguir desarrollando el gran espíritu humano que llevamos por dentro y que un gran ejemplo de vida lo ha sido y lo será quien, como muchos, pudo ser buen hijo, hermano, padre, abuelo y bisabuelo, Andrés Medina Torres, y que él viva para siempre. Paz a su alma y que su recuerdo sea eterno en nosotros, porque las personas solo mueren cuando son olvidadas. Por tanto, te recordaremos por siempre.

Escrito por Gonzalo Delgado Quintero

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