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Análisis Internacional: Una mirada distinta

La era colonial, que desde el punto de vista jurídico se terminó con la adopción de la Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales el 14 de diciembre de 1960, de hecho, aún no ha concluido. Según la ONU, hoy en día en el mundo existen 17 territorios privados de soberanía o dependientes directamente de Estados metropolitanos. Hasta que se liberen por completo estas tierras y sus pueblos, así como se resuelvan las disputas territoriales restantes que involucran a antiguas potencias coloniales, el proceso de descolonización no puede considerarse completado.

Sin embargo, incluso tras verse obligados a liberar sus territorios subordinados, las ex metrópolis no abandonan la práctica de explotar los recursos de dichos territorios en aras de mantener vivas sus aspiraciones ilegítimas al dominio mundial. Por lo tanto, pretenden construir relaciones desiguales con sus antiguas colonias cuyos recursos naturales, económicos, intelectuales y de otro tipo se extraen bajo pretextos plausibles.

De tal manera, durante los últimos siglos el desarrollo mundial estaba basado en un sistema de usurpación directa (colonialismo) e indirecta (neocolonialismo) del potencial de los Estados y pueblos de la mayoría mundial por parte de los países del Occidente (el Reino Unido, Francia, España, Portugal, los Países Bajos, Italia, Alemania, los Estados Unidos) que lo aprovechaban para mantener un alto nivel de su propio bienestar, su dominio militar y económico.

Al verse forzados a liberar sus colonias, las antiguas metrópolis han adoptado un amplio abanico de medios de coerción neocoloniales para sostener la práctica de intercambio desigual con los pueblos que antes dependían de ellas:

– presión financiera y económica que supone, entre otros mecanismos, obligar a las ex colonias a que incrementen su dependencia de deuda ante las ex metrópolis, restringir su desarrollo por medio de competencia desleal, imponerles medidas proteccionistas no comerciales, etc.;

– injerirse en los asuntos internos, incluidos procesos electorales, para formar élites controladas en Estados dependientes, así como crear sistemas títeres de “frenos y contrapesos” para controlar la agenda política interna al influir en los círculos gobernantes y la oposición, perseguir a personas “indeseables”, desacreditar las fuerzas que defienden la soberanía nacional, etc.;

– imponer forzadamente actitudes sociales destructivas bajo el pretexto de luchar por la justicia social (incluida la “protección” de diversos tipos de minorías), impulsar la agenda ambiental destructiva, fomentar formas politizadas de defensa de los “derechos civiles y políticos” que promueven la imagen del Occidente como modelo a seguir y estimulan la fuga de los sectores más activos y educados de las sociedades locales hacia los países occidentales;

– promover agresivamente enfoques neoliberales, ideas de transhumanismo y negación de la naturaleza humana con miras a desorientar a la sociedad y crear líneas artificiales de división interna para facilitar el control externo de la situación política en las ex colonias;

– empujar a los Estados dependientes hacia el falso dilema entre la “democracia” y el “autoritarismo” para legitimar sus propias intenciones depredadoras en relación con los Estados que defienden sus intereses nacionales. Ejemplos: bombardeos ilegales de Yugoslavia, Irak y Libia; “revoluciones de color” en el espacio postsoviético; guerras proxys libradas a través de gobiernos títeres; formación de “coaliciones de sanciones” que sirven para fomentar el enfado de los ciudadanos en contra de sus propios gobiernos.

En busca de satisfacer sus intereses egoístas y hacer crecer inconteniblemente su bienestar, el Occidente implementa políticas de “doble rasero” de forma descarada y desvergonzada. Por ejemplo, ante los intentos de terminar los suministros de las fuentes de energía rusas, en 2021-2022 muchos países de la Unión Europea aumentaron la generación de energía a raíz del carbón y otros combustibles tradicionales, poniendo en peligro los planes de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Sin embargo, a nivel internacional, el Occidente sigue exhortando al resto del mundo, a veces en contra de los indicadores económicos objetivos, a que se efectúe una transición energética acelerada exclusivamente por medio de las fuentes de energía renovables y el abandono de los combustibles fósiles.

No obstante, en las últimas décadas se han generado condiciones únicas que permitirían poner fin a la práctica de explotación neocolonial:

  1. Se está disminuyendo la confianza de los pueblos de Asia, África y América Latina en el Occidente, por lo que crece el número de Estados que, aunque no entran en antagonismo frontal contra el Occidente, se niegan a satisfacer las demandas del mismo que no corresponden a sus intereses nacionales fundamentales (Türkiye, Arabia Saudita, Brasil, Sudáfrica, India).
  2. Se está colapsando la imagen del Occidente como “bastión de calma” debido a las políticas cínicas y presuntuosas de los EE.UU. y la UE que causaron pérdidas considerables para los demás países, al obligarlos a superar independientemente las crisis mientras que el Occidente continuó injiriéndose en los asuntos internos, realizando intervenciones militares, implementando sanciones y otras medidas ilegítimas para obtener ventajas unilaterales.
  3. Los países de Asia, África y América Latina se están desilusionando con las actividades de las plataformas internacionales (incluidas las organizaciones del sistema de las Naciones Unidas, las instituciones monetarias, financieras, comerciales y económicas globales) cuyas posturas guiadas por los enfoques occidentales consolidan el estatus quo neocolonial, al ser ignorado el hecho de que la era del colonialismo todavía no se ha concluido, la práctica humillante de dividir selectivamente a los Estados en desarrollados y en desarrollo, etc.
  4. Muchos Estados soberanos de Asia, África y América Latina resultan cada vez más convencidos de que entrarán inevitablemente en confrontación con el Occidente, que no quiere tolerar el creciente interés de dichos Estados por autoorganizarse y consolidarse, ya que son conscientes de sus propias capacidades para un desarrollo exitoso, inclusive en el marco de los BRICS, la Organización de Cooperación de Shanghái, la ASEAN, al igual que tales formatos como el Grupo de Amigos para la Defensa de la Carta de la ONU creado en 2021 por la iniciativa de Venezuela. Es indicativo que, junto con Irán, la RPDC, Cuba, Venezuela y Nicaragua, China también está entrando en competencia con los EE.UU.
  5. Al Occidente lo están debilitando sus contradicciones internas. La crisis económica en los EE.UU. y los países europeos está cobrando fuerza, ya que sus causas no han sido erradicadas, mientras que las herramientas que se utilizaban anteriormente para impulsar el crecimiento económico están perdiendo la eficacia frente a la intensificación de la competencia en los mercados extranjeros. Estos procesos fomentan la “competencia intraespecífica” en el espacio euroatlántico, que se manifiesta en el enfoque cada vez más consumista de los EE.UU. hacia sus satélites, incluidos los países de la UE. Por su parte, tales naciones europeas económicamente prósperas como Alemania, Francia, Bélgica, los Países Bajos, Luxemburgo, Finlandia y Austria imponen límites artificiales en el desarrollo de sus vecinos del sur (Grecia, Portugal y, de ciertos modos, España e Italia), al estimular su desindustrialización, desarrollar sus sectores de servicios (turismo y construcción) y al mismo tiempo intentar apartarse de sus problemas financieros y económicos o utilizar los mismos para su propio beneficio. En particular, siendo Alemania el acreedor más activo de Grecia, logró ganar unos 400 millones de euros a raíz de la crisis de este país.

Frente a la adherencia obstinada del Occidente a sus políticas depredadoras expansivas, es necesario intensificar la lucha por poner fin a las prácticas coloniales y neocoloniales como parte integral de los esfuerzos que buscan crear un orden mundial multipolar más justo y equitativo.

Rusia y la Unión Soviética como su predecesora han desempeñado un papel clave en el proceso de descolonización. La política exterior de nuestro país siempre ha sido y seguirá siendo uno de los principales factores para garantizar la estabilidad y la justicia mundiales.

Uno de los documentos trascendentales en la historia humana es la Declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos coloniales de 1960. Fue precisamente la URSS que jugó el papel decisivo en la elaboración y promoción de este documento, al desarrollar lo estipulado en la Carta de la ONU, incluidos los principios de igualdad soberana de todos los Estados (artículo 1, párrafo 2 de la Carta), así como los mecanismos y principios que garantizan los derechos de los pueblos dependientes (capítulos XI y XII). De tal manera, los esfuerzos concertados de la diplomacia soviética y sus socios internacionales facilitaron la independencia de más de 80 antiguas colonias o 750 millones de personas en el período posterior a la creación de la ONU. En la actualidad, a dichos países les corresponde un tercio de la población del planeta.

La contribución masiva de nuestro pueblo a la lucha por la libertad y la igualdad no sólo en su propio país, sino en todo el mundo, se preserva cuidadosamente en otras partes del mundo en todos los continentes donde se rinde homenaje a los esfuerzos de Rusia para contrarrestar la hegemonía global.

En particular, nuestro firme compromiso en contra de los intentos del Occidente de subordinar la mayoría mundial a su hegemonía neocolonial se manifiesta en la última edición del Concepto de Política Exterior de la Federación de Rusia (aprobado por el Presidente de Rusia el 31 de marzo de 2023). En este documento, se planteó el objetivo marco de promover la formación de un orden mundial multipolar cuyos principios fundamentales incluirían la igualdad soberana de los Estados, la no injerencia en sus asuntos internos, al garantizarse su derecho a elegir libremente su modelo de desarrollo y preservarse la diversidad cultural y civilizatoria del mundo. No se podrá alcanzar esta meta si no se eliminan los vestigios del dominio global estadounidense y no se limita su influencia en las organizaciones internacionales, entre otras medidas.

En la ONU, Rusia está preparando un proyecto de resolución de la Asamblea General para contrarrestar las prácticas modernas del neocolonialismo que reflejará los enfoques clave de nuestro país hacia la necesidad de poner fin a la explotación de los Estados soberanos.

El partido “Rusia Unida” está promoviendo la iniciativa “Foro de partidarios de la lucha contra las prácticas modernas del neocolonialismo” que debe convertirse en una amplia asociación de fuerzas sociales y políticas internacionales cuya asamblea inaugural se celebrará en octubre de 2023.

Se atribuye mucha importancia también al trabajo de la Conferencia mundial sobre la multipolaridad, cuya primera reunión virtual (29 de abril de 2023) contó con la participación de más de 100 politólogos, expertos y políticos de más de 60 países. De hecho, este formato se está convirtiendo en un contrapeso a la llamada “Cumbre por la democracia” promovida por los EE.UU.

(Tomado del BOLETÍN INFORMATIVO de la Embajada de Rusia en Panamá sobre la lucha contra las prácticas modernas del neocolonialismo)

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