El Periódico de Panamá Revista de Análisis Político, Económico, Social y Cultural.
Cuento corto.
Por: Ramiro Guerra.
Desde lo alto de los balcones de esas casas de madera, de dos pisos, se veían los vecinos, gritar con euforia. Nada de tristeza.
Por la avenida principal, al ritmo de tambores, trompeta y botellas de licor vacía volando por los aires, traían a Euclides. Muerto a balazos y con tan solo quince años. A esa edad, inspiraba miedo. Cuentan que, dirigía una pandilla de muchachos desalmados. El ruido de los tambores y los cantos, en nada se parecía a una marcha fúnebre. Todos bailaban al son de los tambores; el ataúd donde traían a Euclides, lo movían de un extremo a otro, igual al ritmo del bailoteo de los que lo cargaban. Desde los balcones arrojaban flores con aroma a aguardiente fuerte. Yo, que desde una esquina de una abarrotería de un santeño, miraba ese espectáculo de despedida a uno del barrio. Un señor, que estaba cerca de mí, me dijo, no se sorprenda, «aquí en el barrio, así despedimos a nuestros muertos.» 7 Hay varios Likes:) Gracias...
