Por Ramiro Guerra M. Abogado y cientista político.
El periodo que se abre con el flagelo del Covid 19, desnudó la fragilidad de nuestros países. El Covid 19, puso en evidencia, serios déficits del hacer mediador de nuestras economías y nuestros estados. La otra cara de la moneda, encontró al capital financiero, sus agencias intermediarias, en condición de disponer y colocar sumas extraordinarias, a circular en la economía, canalizados hacia nuestra región vía préstamos.La década que precedió a la pandemia, fue de alta tasa de acumulación del capital financiero. Como el capital, no lo es, sino a cambio de circular; la pandemia, las limitaciones de recursos económicos de nuestros países, le vino al capital financiero, como anillo al dedo, para retornar a tasa de acumulación a base de un agiotismo brutal.
En lo que va de esta década, el endeudamiento de la región ha crecido por un múltiple de tres, con lo que se tenía de deuda. Los niveles de deuda actual, cruel y salvaje, hace de nuestros países, exportadores netos de capitales, vía pago tasas de intereses y capital. Poco lo que se amortiza a capital. Esa relación de acreedor y deudores, se traduce en una relación para nunca acabar; es impagable. Lo peor, deuda que no se traduce en desarrollo de nuestros países y sus pueblos, sino que sucumbe finalmente en el profundo hoyo de la corrupción.
Lo anterior resulta trágico, a menos que surjan liderazgos en nuestra región, que tengan la voluntad de unir a nuestros países, de cara a renegociar porcentajes de condonaciones combinados con condiciones en el tiempo que de curso a una moratoria.
Lo anterior es aún más grave, en tanto esos endeudamiento vienen cazado, con condiciones- programas, que constituyen golpe duro a la nación, su independencia y soberanía; peor, obligar a nuestro estados, a adoptar medidas contra los sectores más vulnerables. No hemos visto todavía la punta del iceberg.
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