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Aspiramos A Un País Decente, ¿Será Mucho Pedir?

“La Moral es una convención privada; la decencia, una cuestión Pública”

Marguerite Yourcenar

 

José Dídimo Escobar Samaniego

 

 

Decencia es el recato, la compostura y la honestidad de cada persona. Es la honradez y rectitud que impide cometer actos delictivos, ilícitos o moralmente reprobables.

Es el concepto de la dignidad en los actos y en las palabras. Muchos en nuestra sociedad estiman que: “Encontrar un político con decencia es tan difícil como hallar una aguja en un pajar”, porque se ha enrarecido tanto el modo de hacer política en nuestro país, y está tan contaminada de vicios de todas clases, como el clientelismo, que resulta un bochorno y una afrenta la actividad política que debiera ser virtuosa y apuntalar la dignidad de todos.

La decencia tiene que ver con la pulcritud, compostura y adorno correspondiente a cada persona o cosa y en sentido más particular al acatamiento externo a las normas sociales de convivencia y a las buenas costumbres, de la cual nacen toda dignidad humana y honor.

La corrupción rampante que ha envuelto el mundo particular y público, es decir, todo nuestro entorno, no estima como incongruentes, las acciones morales defectuosas, ni reconoce límites incluso a lo irracional frente a la naturaleza.

Se ha confundido execrablemente, lo bueno por lo malo y se estima lo malo como bueno, se tiene lo agrio por dulce y lo dulce por agrio y peor aún se tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas. De tal tamaño es el caos que, nos ha llevado al estado moribundo en el que estamos. En este festín de la corrupción, muchos son los que se han entregado ligeramente y han probado de esas lujuriosas mieles que, después se vuelven hiel.

La decencia, no obstante, es uno de los valores más importantes para darnos a respetar. Es menester rescatar los principios y valores del recato, la honestidad y la modestia con las que podemos devolver el valor de la decencia que, es imprescindible para rescatar al país y sus instituciones y permitir un ambiente sano donde se críen, crezcan y se desarrollen las generaciones presentes y futuras, a las que debemos legar un mejor país que, el que nos heredaron nuestros padres.

No obstante, todavía hay esperanza en Panamá, y algunos se han mantenido al margen y se ha preservado como un remanente que, como semilla escogida, hoy se están preparando para sembrar en este tiempo oportuno y poder cosechar en su tiempo, el fruto de la decencia y el decoro.

Que el Dios Eterno, nos ayude a recobrar lo que hemos perdido y podamos aspirar a vivir en un país decente y una patria para todos.

¡Así de sencilla es la cosa!

 

 

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