Juan Jované
En su reciente informe titulado “El Potencial de la Integración” el Banco Mundial ha pronosticado que Panamá logrará un crecimiento del producto interno bruto real del 5.7% en el 2023. También pronostica que este indicador llegará al 5.8% en el 2024 y a 5.9% en el 2025. Se trata de una muestra de lo que se puede llamar como la ideología del crecimiento, la que ha sido ampliamente celebrada por los medios de comunicación social dominados por los sectores económicamente dominantes, los cuales avalan la idea de una especie de excepcionalísmo de la economía panameña. Se trata, sin embargo, de una visión acrítica, incapaz de reconocer la existencia de algunos importantes problemas.
El propio Banco Mundial en el informe citado afirma que en Panamá el Índice de Calidad del Empleo ha declinado significativamente debido al deterioro de la seguridad en el trabajo y el recorte de los beneficios. Esto, desde luego, es un reconocimiento implícito de que no es necesario que el crecimiento económico lleve directamente a la equidad social. De hecho, la economía panameña creció en el 2022 en 10.8%, colocándose en un nivel superior en 5.7% por sobre el nivel previo a la pandemia, en condiciones que la tasa de desocupación alcanzó a finales de ese año un nivel de 9.9%, cifra 2.8 puntos porcentuales superior a la del 2019.
La forma hipócrita en que el Banco Mundial maneja este problema, la cual, por razones obvias coincide con la visión de los sectores económicamente dominantes, explica esta problemática recurriendo a la idea de que todo se debe a una falta de capital humano en el país. Es así que en su publicación digital “Panamá: panorama general” propone resolver el problema “reduciendo las desigualdades a largo plazo en capital humano…”.
Desde luego que las desigualdades en la educación deben reducirse, pero no se trata de un simple objetivo “a largo plazo”. A diferencia de la visión del Banco Mundial se trata de un problema que debe enfrentarse inmediatamente, para lo cual se requiere una acción decidida de asignación de recursos para este fin. Sin embargo, en la misma publicación el Banco Mundial prácticamente prioriza la llamada consolidación fiscal, que no es otra cosa que una forma de encubrir las políticas de austeridad fiscal que es típica de este organismo y del Fondo Monetario Internacional. Estas, como es obvio, no están destinadas a fortalecer el desarrollo humano sostenible, sino a asegurar las condiciones financieras del pago puntual de la deuda externa.
A lo anterior se debe agregar que el Banco Mundial olvida que la precariedad laboral, que el mismo reconoce como parte del problema de la caída del Índice de Calidad del Empleo, se deba a la violación sistemática de las leyes sociales por parte de la empresa privada. Es así que en abril de 2022 había 108,715 trabajadores y trabajadoras de las empresas formales que se tuvieron que clasificar como informales, debido a que sus empleadores los habían evadido de la Caja de Seguro Social. No menos cierto es que el modelo transitista – extractivista que rige en el país enfatiza en sectores que generan poco empleo por unidad de producto.
Si bien es cierto que el Banco Mundial en su “Panamá: panorama general” llama la atención sobre la necesidad de aumentar los ingresos fiscales omite cualquier comentario de como lograr esto. De esta manera se oculta lo que resulta más que obvio en nuestro país: la necesidad de revertir el alto grado de evasión tributaria por parte de la empresa privada, la cual alcanza al 6.0% del producto interno bruto.
Lo que el Banco Mundial no puede ocultar es la necesidad de un cambio en nuestro estilo de desarrollo.
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