En la ciudad de Los Ángeles, en California, se albergará desde hoy 6 de junio, hasta el próximo 10, la novena Cumbre de las Américas, un encuentro que realizan de manera periódica los líderes políticos del continente para debatir y definir acciones frente a problemas y desafíos compartidos por la región y avanzar en la integración, sin embargo, en esta ocasión, por la forma como lo ha organizado el Estado anfitrión, segregó unilateralmente a países que no siguen sus dictados.
Este hecho ha traído como consecuencia que, la cumbre que hoy inicia, se vislumbre desencumbrada, porque por primera vez en 38 años una buena parte de jefes de estado no están presentes, bien por decisión arbitraria del anfitrión o decisión política de los propios jefes de estados ante la imposibilidad de hacer una cumbre unitaria.
Incoherencia inaudita.
El mensaje central de esta cumbre borrascosa, es: “Construyendo un futuro sostenible, resiliente y equitativo”, pero acto seguido se segrega, se separa, se discrimina, se desune y se intenta desarticular la unidad latinoamericana, en función de las diferencias conceptuales sobre libertada y democracia y EE.UU. pasa a calificar, quien es suficientemente apto, por su calificación como demócrata para poder participar del evento señalado. Esto no había ocurrido hasta ahora.
Este hecho terminó dándole una estocada mortal a esta cumbre que, en medio de una alta tensión internacional, solo se reunirán los que siguen los dictados de Washington al pie de la letra y los héroes de nuestra independencia quedan ninguneados, nuestros pueblos ofendidos y los problemas de América Latina, sus verdaderas causas, sin atender.
Pareciera que quiere elevarse la genuflexión en algo virtuoso, no obstante los pueblos entienden que el amor a nuestras tierras, y la historia de luchas de nuestros pueblos merecen nuestra fidelidad al destino libre de nuestras naciones que, no nacimos para las cadenas de la opresión, sino para realizarnos a plenitud, en libertad conforme la voluntad suprema de nuestro Señor Jesucristo.