Roberto Duran y sus setenta.

Por: José Dídimo Escobar Samaniego
Lo vivimos muchos en la década del 70 y 80, cuando el país buscaba desesperadamente su identidad profunda en medio de la lucha por la recuperación del Canal y la soberanía nacional, que el país se paralizaba de punta a punta y se podía escuchar una mosca en todo el territorio, cuando Roberto Durán Samaniego, subía al ring y todos nos sentíamos él, que tenía el privilegio de representarnos y se calzaba por nosotros los guantes para dejarlo todo y para honrarnos y dejarnos al final una sensación de purificación de nuestro honor nacional y hasta personal.

No es que los otros boxeadores de la época no brillaran igualmente y de hecho se juntó, como si fuera una ola, una pléyade de peleadores de calidad mundial y obtuvimos en esos días el reconocimiento de la cuna del boxeo mundial a pesar de nuestro tamaño como país. Pero en el caso de Manos de piedra Durán, se trataba de un cholo igual que nosotros, de madre guarareña y criado en el Chorrillo y guiado por “Chaflan”. Alguien espontáneo, que hablaba desde la sencillez de su corazón.

Que dicha nos permitió Dios, la que tuvimos muchos y los que viven todavía de coexistir en el mismo tiempo, el Tiempo de Torrijos, otro cholo que como decía García Márquez, era un cruce entre Mula y Tigre, y que en otro escenario logró junto a Durán elevar el decoro nacional que lamentablemente ahora se está perdiendo.

Llegar a los setenta, con salud y agilidad mental es un regalo de Dios, para un hombre que lleva en sus hombros la grandeza por haber lavado en los combates; el honor y la dignidad de los panameños, y habernos provocado a todos, momentos de inmenso regocijo y gratificantes alegrías.
Salud, larga vida y bendiciones para el Cholo Roberto Durán en su setenta cumpleaños y que Nuestro Señor le conceda el deseo de su corazón.