Por: José Dídimo Escobar Samaniego
Los hombres que se respetan a sí mismos y también respetan a los demás, no podemos dejar tirado en una esquina el Decoro y el Honor, aún en medio de pandemias, de guerras y de las luchas populares, y yo me resisto, precisamente por conocer a miles de mis compatriotas a quienes respeto y admiro, a que se manche tan impunemente la honra de tanta gente buena por una banda de forajidos, arribistas que se reúnen en cuartos del delito, porque no les importó la dignidad de todo un pueblo, que nunca tuvieron la altura para representar y no han aprendido aún a respetarlo después de más de un siglo.
Existen Personas en el Panorama político actual que, en su orfandad de principios y valores, sólo tienen amor por sí mismas y por su dinero. Han atracado a mansalva la res pública, nos han privatizado hasta el modo de caminar y nos han endeudado hasta la coronilla. Son fanfarrones y orgullosos, se burlan de Dios, son desobedientes a los que nos legaron respeto y honor y, además, son malagradecidos.
Porque no están allí, donde están, por su propia fuerza o su genialidad, sino por la Misericordia y Gracia de Dios y por la generosidad de los humildes que, les han permitido escalar a los más altos peldaños de la vida económica, política y social en Panamá.
Hay un interés perverso, de fuerzas oscuras, por anularnos en esta hora difícil. Es un interés tenebroso y malsano. El mismo que hace 119 años, sirvió de cobertura para fusilar a un hombre, que supo resumir en Él, toda la dignidad de nuestros campesinos, indígenas y cholos. Ese insigne panameño, cholo igual que yo, se llamó Victoriano Lorenzo Troya.
Recuerdo que mis primeras clases de historia, iniciando la década del 70, una profesora, la encargada de la cátedra, me dibujó a Victoriano, como un personaje tétrico, violador, asesino, terrorista, y no fue, sino que otro Cholo y también General, Omar Torrijos, lo reivindicó y luego un amigo, José Antonio Brower que me relató una historia absolutamente distinta de la que hasta en ese entonces era la historia oficial y en la que habían sepultado al “cholo de la negrita”, pero Él renació de entre los montes y en medio de la orfandad en que vivimos, su legado de dignidad brilla cada vez más,
A Victoriano lo fusilaron, como resultado de un amañado juicio sumario, en donde no hubo proceso, sino, un parapeto de juicio vergonzoso y muy de apuro, porque a unos los movía la envidia ante un hombre sencillo revestido de Grandeza, a otros porque temían la presencia de un hombre recto y un verdadero líder, en medio del ardid que se tramaba: Tal crimen, retrata la ruindad de quienes, desde entonces, han conspirado y revestidos de mucha ambición, para apropiarse del poder en Panamá.
General Victoriano Lorenzo Tugrí.
Creyeron que su crimen quedaría oculto, y no atinaron a hacer lo que correspondía, que era empinarse, pero prefirieron darle curso a sus caprichos y aviesos cálculos, porque esa es su naturaleza, porque es difícil compartir propósitos con algunos malos panameños que, en su solapa, llevan desde entonces, la daga, la bolsa con monedas y el compromiso traicionero para por encargo, degollar la esperanza.
En esta hora, donde el mundo está maltrecho y enfrentado a la pandemia, a la confrontación de una guerra que pudo evitarse pero que también nos golpea, y en momento en que el pueblo exige respuestas a sus postergadas demandas, es tiempo de construir consenso, hora de la reconstrucción de las instituciones moribundas, hora de empinarnos para ganar el futuro que se va como agua entre las manos, esta hora, precisa de lo más noble de cada uno de nosotros, precisa del legado de Victoriano Lorenzo Troya, porque la oscuridad se combate con luz, la procacidad con prudencia y templanza, la desvergüenza y el descaro se combaten con Decencia y Decoro.
Dios nos ayude a recuperar el honor y la dignidad, el cual Él, constituyó en nosotros. Amén.
¡Así de sencilla es la cosa!
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