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RUMBO AL DESPEÑADERO POLÍTICO |


Por: Gonzalo Delgado Quintero

En el mundo hay problemas de todos los tipos, tamaños y procedencia. Panamá, como parte, no es la excepción. Con la pandemia la situación se complicó aún más. Esta crisis global es una especie de agujero negro que absorbe todo. Ha desaparecido millones de personas y lo sigue haciendo, ha provocado el  deterioro  estructural de organizaciones casi inmutables como la Organización Mundial de la Salud, regionalmente se ha tragado a gobiernos enteros de una sola aspirada y la atracción de esa fuerza gravitacional es tan grande, que está jalando a estructuras imperiales que parecían inamovibles.

Así las cosas, el gobierno nacional debe estar consciente  de lo que ocurre en el mundo, por lo que desde hace rato, debió tomar cartas en el asunto, no permitiendo que algunos quieran aprovecharse de la crítica situación. El gobierno, reiteramos,  no debe dar concesiones a  favor de las apetencias de algunos avivatos que tratan de sacar provecho personal y para el grupito al que pertenecen, mediante el engaño. Hay que distinguir que una cosa es democracia y otra, democratismo; Así como una cosa es libertad y otra, libertinaje.

La democracia en estos tiempos se alza como el medio político para llevar a cabo los derechos de las personas y como un elemento técnico y dinámico muy importante de socialización, tendiente a lograr la cohesión social con la mayor equidad posible, solidaria, transformadora, abierta a las oportunidades de todos, bajo claros principios que defienden la convivencia social pacífica y que impulsa políticas para un acertado desarrollo económico a favor de la sociedad. Es lo que viene a ser una democracia participativa.

En los países subdesarrollados como el nuestro, es más difícil lograr una verdadera democracia participativa. Nuestra circunstancia observa solo, una democracia representativa. Por tanto, debemos tener un mayor crecimiento como sociedad para lograr conquistar un verdadero régimen democrático para todos y que, entre otras cosas, se logra cuando se mantiene una soberanía plena, gobiernos con voluntad política y no cumpliendo algunos modelos y medidas  económicas extranjerizantes que más bien son mecanismos de sometimiento y saqueo de nuestros recursos.

Cuando hablamos de democratismo, en este caso nos referimos a los exacerbados y casi ilimitados ámbitos de actuación que ocurre con la politización que imposibilita que los  poderes del Estado se controlen mutuamente. Además, esta exagerada amplitud (democratismo) en nuestra circunstancia es negativa, debido a que la nueva conformación de toda la estructura estatal, ha provocado entropía en el desarrollo de la gestión institucional y situaciones que muy bien pudieron haberse arreglado en la instancia correspondiente, son a veces sometidas a consultas más allá de lo que realmente se requiere y entonces, los temas que si deben ser consultados, no son sometidos a dicho escrutinio.

Así vemos el tema de la Caja de Seguro Social sometida a un diálogo en donde los actores principales no están participando; mientras que la posibilidad de discutir sobre una constituyente no está en el tapete de nadie.

En este país apenas estamos consolidando una progresiva democracia que todavía es incipiente, representativa y que aún requiere de su perfeccionamiento en el día a día, que además, debe desarrollar una fluida y permanente relación entre los tres poderes que debe permear a cada una de las instituciones, desde la más grande hasta la más pequeña, con unidad de cuerpo en la discusión y para la toma de decisiones que es responsabilidad de las personas que dirigen y debe llegar como respuesta positiva a la base social.

Visto esto el Gobierno que lidera el Presidente Laurentino Cortizo, debe considerar una serie de acciones que implica tomar en cuenta, para la mayor y mejor fluidez de la gestión, a cada una de las instituciones y ello exige, del alineamiento estratégico en función de Estado, de los restantes Órganos Legislativo y Judicial que parte por comprender el propio papel decoroso que están obligados a cumplir y no a la politiquería.

El afianzamiento democrático depende sobre todo de la participación constante de la comunidad y de que se vayan consiguiendo los objetivos que se persigan, ello crea confianza en la ciudadanía en general y se logra el respeto social, incluso de las fuerzas  contrarias. La democracia implica balance y respeto. Cuando es necesario hay que ser rígidos y ser flexibles cuando se requiera.

En la parte operativa de la gestión pública se requiere una unidad de cuerpo. El entendimiento de las personas que ocupan puestos de donde emanan decisiones; estas personas deben ser de entera confianza y estar bien preparadas. Un gobierno no puede darse el lujo de dejar en puestos decisorios a personas que no estén debidamente alineadas en la estrategia planificada, mucho menos que no crean en el proyecto bandera que se enarbola y peor aún, que posiblemente desde su cargo jerárquico, vayan a sabotear parte de la gestión.

Se reciben quejas permanentes de funcionarios de alto perfil jerárquico que están ocupando importantes y delicados puestos. Quejas de la Autoridad Marítima de Panamá, de Migración,  MEF, Contraloría, MEDUCA, Salud, Cancillería, Comunicación y muchas otras. Incluso quejas por razones de persecución política y lo inverosímil es que sea por parte de funcionarios que mantienen puestos importantes desde los tiempos de los gobiernos de Martinelli y de Varela, y lo hacen contra miembros de los partidos que respaldaron la campaña del actual gobierno PRD-MOLIRENA.

Tampoco se trata de que ahora vayan a destituir a tirios y troyanos y sobre todo a funcionarios de base, que muchas veces son los que verdaderamente trabajan a parte de su afiliación política. Eso no. Lo que sí es de considerar son los puestos de altos cargos ejecutivos, de confianza, de profesionalismo, de alto perfil e idoneidad, de compromiso y capacidad, de conciencia clara sobre la importancia que tiene el hecho de cumplir con el desarrollo de su trabajo dentro de los tiempos fijados y una buena actitud política en la gestión administrativa que implique tomar decisiones, justas, correctas y a tiempo.

No tengo nada en contra de personas que profesan otra ideología política o militan en otros partidos; pero incluso, ellos mismos se sorprenden y hasta se preguntan  porque están aun ocupando esos puestos tan delicados, de jerarquía  y donde se deben tomar decisiones que conlleva transitar por el camino del cumplimiento de las promesas de campaña que hizo el actual gobierno.

Es sorprendente, que esto ocurre cuando existe por decir un ejemplo,  miles de profesionales aglutinados en el Partido Revolucionario Democrático, además, con experiencia en la gestión pública y que por razones de su convicción torrijista, incluso, rechazaron puestos en los gobiernos anteriores y también porque respetaban el hecho de que su colectivo (PRD) no había triunfado, lo que impuso 10 años de ausencia que implicó que muchos de estos profesionales del PRD, por su afiliación en este colectivo, no pudieron ocupar puestos públicos de importancia en esa década. Esto se resume a porqué ahora, después de ese largo tiempo, esos puestos no sean ocupados por estos profesionales probos. Pero la verdad final es que nadie puede llevar a cabo una buena gestión creyendo y teniendo el enemigo adentro.

No tenemos pruebas pero es evidente que es un problema que se mantiene en estado latente y que puede salir a la luz en cuanto a que los intereses particulares logran que el ejercicio del poder se realice según sus conveniencias y que a propósito, hayan excluido a cualquiera que no esté de acuerdo con sus formas de llevar las cosas del Estado, incluyendo al partido del cual la dirigencia, con raras excepciones, no dice nada al respecto.

 

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