El Periódico de Panamá Revista de Análisis Político, Económico, Social y Cultural.
Por Ramiro Guerra Morales.
Abogado y cientista político.
El ejercicio y uso del poder dentro del estado, entendiendo éste en forma ampliada, es decir sociedad y política, siempre dará cuenta de una relación o correlación de fuerzas. Con justa razón politólogos, como Nicos Poulantzas, definen el poder como expresión o relación de fuerzas contrapuestas.
Tan cierto lo anterior por el hecho que, el estado es la expresión de la lucha de clases que se da y desarrolla en su interior, como parte de un proceso mayor que, se desarrolla en el seno de la realidad, configurándose una totalidad en movimiento por razón de las contradicciones de factores que siempre están en lucha.
No siempre estructura y superestructura se encuentran o están en una relación de correspondencia. Las determinaciones ocurren de ida y vuelta, lo que da lugar a un funcionamiento equilibrado del todo contradictorio. Cuando esta relación o correlación se agota, sobrevienen coyunturas y periodos de crisis abierta y frontal. La disyuntiva, represión o consenso se toma las calles.
Son estas las paradojas que pueden abrir la llave hacia un proceso de fascistización del poder o de ampliación de una democracia real, que alcanza los términos y condiciones en el cómo se desenvuelven las correlaciones de fuerza en su interior.
Hoy, Chile ejemplifica lo anterior; hemos visto como un proceso generalizado de acción de masas con propósito de cambiar la constitución y refundar la república, de lo insurreccional transitó hacia lo institucional. En virtud de este proceso, los deslindes fueron claros; o más de lo mismo (preservar el statu quo neoliberal y todo lo que implica) o enderezar el rumbo por el reino de la libertad.
En este proceso, la derecha y los llamados centros fueron derrotados. Los términos medios en esta dialéctica de la lucha social, quedaron al desnudo, sin piso y sin techo. La izquierda se alzó con la victoria de forma contundente y arrolladora. Ahora bien, como en la comuna de París, queda la incógnita de qué ocurrirá con el corazón del estado, su monopolio sobre la fuerza bruta y la violencia institucional, el ejército. La dominación sufre una derrota, pero ¿habrá perdido la guerra?
Se abren períodos donde errores de «pisar cables de alta tensión» pudieran reeditar el funesto ataque fascista al poder de la unidad popular, en 1973. Se requerirá de mucha audacia, imaginación y cautela de la izquierda vencedora.
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