Por: José Dídimo Escobar Samaniego
La represión que ensaya en estos días el régimen de José Raúl Mulino, solo tiene comparación cuando él mismo, como ministro de Seguridad de Ricardo Martinelli, comandaba la imposición de la Ley Chorizo y en la que dejó como secuela, miles de heridos, ciegos, tuertos, y muertos en San Félix, David, Changuinola y Colón.
Han convertido las fuerzas de Seguridad del país, en fuerzas al servicio de los propósitos políticos de la clase económica privilegiada, (oligarquía) justo como era antes de 1968, como lo explicaba el General Omar Torrijos Herrera en su carta del 7 de mayo de 1970, dirigida al Senador Edward Kennedy, hace cincuenta años atrás.
“El gobierno era un matrimonio entre fuerzas armadas, oligarquía y malos curas, y como los matrimonios eclesiásticos no admiten divorcio, aquella trilogía de antipatriotas parecía indisoluble. El oligarca explotaba los sentimientos de vanidad y lucro de ciertos militares, incluyéndolos en sus círculos sociales, e incluyéndolos también en las participaciones de sus empresas. El militar prestaba su fusil para silenciar al pueblo y no permitir que la clase gobernante fuera “irrespetada” por la chusma frenética, como llamaban al pueblo, y los malos apóstoles de la Iglesia bendecían este matrimonio, para sentarse a la mesa como invitados y poder disfrutar de los beneficios del poder”
“Desde que salí de la Academia como Segundo Teniente, a los 22 años, fui demasiado utilizado para comandar pelotones de fusileros que estaban prestos a silenciar estudiantes, obreros y campesinos. En más de una ocasión, se me despidió, antes de salir para el escenario de los disturbios, con las siguientes expresiones:
“Aplasta a esos subversivos, que pretenden desquiciar la economía no pagando el alquiler de sus casas.”
“Extermina a esos huelguistas, Torrijos, a quienes hemos hecho el favor de dar un trabajo y ahora vienen con las exigencias de un aumento de salario; después que les hicimos tal favor y les dimos de comer, hasta techo quieren para sus hijos.”
“Estudiantes estúpidos, ¿cómo se les ocurre bloquear las calles e incendiar vehículos, sólo porque les faltan unos profesores? En nuestros tiempos, cuando mirábamos mal al director, nos expulsaban.”
Fui creciendo, cronológica, mental y jerárquicamente, llegando a ocupar posiciones de alto relieve en el engranaje de las Fuerzas Armadas. Siendo jefe militar en una zona de grandes desigualdades sociales y económicas, recibí la siguiente orden de parte de uno de los altos oficiales que me comandaban y que posiblemente hablaba por teléfono desde la mesa de accionistas a la cual me referí antes, invitado por la oligarquía:
“Dígale a los campesinos que encierren sus parcelas, que el ganadero, por falta de pastos, tendrá que soltar su ganado.”
No recuerdo, hasta hoy, un solo incidente, en los tiempos en que comandaba tropas especializadas en orden público, en que la razón no estuviera de parte del grupo hacia donde apuntaban nuestras bayonetas.
Aquí describe lo que ocurrió en el levantamiento de abril en el Cerro Tute en 1959. “Cuando era Capitán, sofoqué un levantamiento guerrillero dirigido por jóvenes estudiantes y orientado por una causa justa. Fui herido. El más herido de mi grupo y también el más convencido de que esos jóvenes guerrilleros caídos no representaban ni el cadáver ni el entierro de las causas de descontento que los había llevado a protestar mediante una insurrección armada. Pensé también, al leer su proclama, que, de no haber tenido el uniforme, yo hubiera compartido sus trincheras. Aquí fue donde surgió mi determinación de que, si algún día podía orientar la suerte de nuestras Fuerzas Armadas, la matrimoniaría en segundas nupcias con los mejores intereses de la patria.