El negocio de los Casinos.

La cuna de la ludopatía

Por: Moisés Pinzón Martínez

Empresario y escritor

 

Todo negocio se realiza en primera instancia para cumplir una función social y luego, si desempeña dicho objetivo, la sociedad lo premia con las bonificaciones necesarias para la satisfacción de los inversionistas (leer el libro ‘El que tiene tienda que la atienda’).

El asunto aquí es cuál actividad satisface las necesidades encaminadas al sostenimiento y desarrollo de la sociedad y cuáles hacía su destrucción. Indiscutiblemente las armas, drogas y los juegos de azar, para nada contribuyen al progreso.

Empero, el tema es ‘el negocio de los casinos’; consecuentemente se entiende (en líneas gruesas) que el 30% de lo facturado es destinado a los gastos operativos; otro 30% en materia prima (en este caso es dinero); y un 40% corresponde a la ganancia bruta. Vemos pues, en el momento cuando un cliente llega a este negocio a adquirir su producto, por cada dólar invertido solo recibirá como máximos un 30% de su dinero; jamás será distinto. El cliente llega a ese negocio a comprar dinero.

Cuando usted adquiere un abanico, un auto, arroz, carne, etc., siempre será igual; usted está pagando esas proporciones, llevándose un 30% de producto (dependiendo de las circunstancia sería un más en unos casos o menos en otros). La abismal diferencia es que al llevarse un bien, el mismo le brindará un servicio del cual recibirá una utilidad sostenida en el tiempo. No obstante, ¿será una buena decisión entregar en un casino su dinero que ya se ha ganado con grandes sacrificios, para que le devuelvan el 30% del mismo…? Colegimos pues que está regalando el 70% de su dinero por nada; en tanto, solo recibirá por ese 70% disgustos, sobre cansancio, traumas, hambre, desdén, soledad, crisis familiares, etc.

Lo triste de este asunto es que no recibirá ni siquiera ese 30%. Esas máquinas, tanto las mecánicas como las electrónicas, son programadas a capricho de sus dueños. Las electrónicas tienen cualidades superiores, incluso es factible que estén usando inteligencia artificial, por tanto, posiblemente sean capaces de medir, calcular, procesar -en nano segundos a partir de las instrucciones programadas- las intenciones del cliente anulando la posibilidad de lo fortuito; dando resultados que para nada responden a una dinámica casual; consecuentemente, es muy seguro que están regresando a sus clientes tan solo el 12 o 15%; es decir, ni siquiera ese 30%. La comprobación de esta tesis se puede resolver analizando las Declaraciones de Renta de esos negocios.

En días pasados, estuve frente a un tragamonedas de tres líneas horizontales y cinco verticales. Cuando aparece una misma figura en una línea horizontal, la máquina paga cada vez más en la medida que aparezca la figura en la tercera, cuarta o la quinta vertical. Sucedió que en más de 500 tiros de a un centavo la máquina marcó escasas coincidencias de figuras en las tres líneas horizontales; las cuales, jamás pasaron de esa tercera línea vertical. Quinientos centavos son 5.00 dólares; si hubiese jugado de a diez centavos, serían 50.00 dólares; si jugara a veinticinco centavos significarían 125.00, sucesivamente. Todo en un período de tiempo de unos 35 minutos; en un pestañazo, ya quedó sin capacidad para remontar.

Ningún cliente recupera nunca lo gastado, los poquísimos que logran coronar cifras altas en alguna jugada fortuita, están obteniendo algo de lo perdido. Los excepcionales casos de novatos que en un golpe de principiantes coronan, no son sino cuentos de Cenicientas para darle alas a las fantasías de aquellos cuyo pensamiento lógico está distorsionado.

Obsérvese que la ansiedad generada por diversos motivos, las cuales trataremos después, es progresiva y de tal magnitud, que obligan a subir la apuesta sostenidamente, además de impedir decisiones de abandonar con ese 12 o 15% adquirido; causando, en el ejemplo señalado, la imposibilidad absoluta de salir de dicho negocio con ningún producto más allá de gravísimos traumas por el dinero perdido sin posibilidad alguna de recuperarlo.

 

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