Por: José Dídimo Escobar Samaniego
Uno de los efectos de la inoculación de la corrupción en nuestras sociedades, ha sido el adormecimiento, el atontamiento a través de los medios que; debieron formar valores, pero que no lo han hecho, sino que sostenidamente se dedicaron con especial cuidado a reproducir artificiosamente, desvalores que han terminado con un escaso suministro de sangre de principios al área afectada, especialmente todo lo que se ha hecho para desmovilizar y aquietar a nuestra juventud.Pero muy a pesar de los planes y el deseo de los perversos, desde muy adentro del alma de nuestro pueblo, empieza a emerger una luz que empieza a crecer y sin duda alumbrará todas las cosas que aún andan a oscuras.
Afortunadamente, la gente está saliendo del letargo, del entumecimiento y del sopor. Y aunque todo el sistema esté contaminado y haya favorecido la quietud y la anestesia, mayor es el Espíritu de vida, de decoro, dignidad y decencia.
El amor a nuestro pueblo, a nuestros hijos y nietos, es suficiente combustible para que no se duerma en nuestras manos, el sueño de una sociedad decente, que debemos legar a nuestra descendencia, rescatando a la familia de quienes quieren rematarla imponiendo a nuestra sociedad la sodomía y la depravación como virtud.
¡Así de sencilla es la cosa!
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