Por: José Dídimo Escobar Samaniego
Con ausencia de malicia, llenos y aferrados a una proverbial inocencia, todos nos preparábamos para celebrar la navidad, como algo mortalmente necesario e impostergable y vital.En los laboratorios de guerra del Pentágono, estudiaron a profundidad el carácter de nuestra sociedad. Sus valores y la capacidad de reacción frente a actos extremadamente violentos.
Panamá, aún sus fuerzas armadas, no representaban en lo absoluto el más mínimo peligro o desafío para la seguridad nacional de Los Estados Unidos de Norteamérica.
¿Cuál fue la razón que llevó a la decisión Política de la Dirección Político Militar de Estados Unidos de Norteamérica para planificar y ejecutar la Invasión a Panamá el 20 de diciembre de 1989?
Un amigo periodista, Joaquín Maisón, (QEPD), tenía un segmento noticioso televisivo que intituló, “mientras usted dormía” y contaba los hechos policiacos sucedidos en la nocturnidad. Ahora sucedieron hechos, pero no policiacos, sino un gran hecho militar y político que cambiaría la historia de Panamá. Nunca antes Panamá fue sometida a un hecho tan violento, fulminante y atroz.
Un golpe mortal, del que 33 años después, no hemos podido salir del trance que, en lo psíquico, en lo espiritual y aún en lo material no hemos superado, porque fue sórdido, sustentado en la mentira de querer liberarnos para abrirnos puertas a una democracia, que ausente está, y que la inmensa corrupción promovida posteriormente, se ha encargado de destrozar la esperanza de construir una sociedad digna de oportunidades para todos y no sólo para unos cuantos.
Una sociedad que legitima la concentración de la inmensa riqueza nacional en pocas manos y que legitima, además, el despojo, la pobreza y miseria de más de millón y medio de compatriotas, como algo natural y hasta loable. Porque, cómo podrían manifestar su “desprendida generosidad”, los políticos clientelistas que son o trabajan para la oligarquía rapiñosa, si no existieran miles de personas menesterosas, que es el escenario para que aparezcan los carilimpios que se roban la nación y entonces reparten de lo atracado; migajas, precisamente a los más pobres, a quienes se les hurtó sus bienes y se les condenó a la pobreza y a la carestía.
Estamos aún aturdidos, por la inmensa crueldad, por la pérfida decisión de prenderle fuego a un barrio como el Chorrillo, el cual pasamos personalmente el 22 de diciembre de 1989, y humeando los escombros de sus casas de madera aún, no se aguantaba el olor a azufre y carne humana asada.
Fuimos un laboratorio y jugaron el juego de la guerra de alta tecnología y experimentaron el más moderno armamento disponible y abusaron hasta en lo más profundo de nuestro candor e inocencia, de nuestra candidez, que ese día fue violada hasta el extremo. Sembraron terror infinito, con el propósito de paralizar cambios geopolíticos en otras latitudes, que, sin embargo, no pudieron detener.
Esa extrema violencia se sembró hace 28 años, y hoy cosechamos lo que aquella fatídica noche se sembró. No podemos esperar cosechar, sino lo que se sembró.
Debemos lograr salir de este marasmo, porque, aunque se aparente un progreso material en nuestra sociedad, es necesario saldar nuestras cuentas con la verdad histórica y enfrentar las causas profundas que remataron en una sagrada noche inocente, todo el candor y la pureza natural del Panamá que está llamado a florecer en todo su esplendor, como una casa que acoge con amor y solidaridad a todos sus hijos sin distingo.
33 años después, la cobardía de los gobiernos, la inmensa genuflexión y la falta de dignidad de quienes nos han gobernado a nombre de la democracia, ha permitido que los miles de compatriotas asesinados con sevicia y extrema crueldad, apenas es el primer aniversario que se ha considerado como duelo nacional, siquiera reconocidos y todo por causa de no incomodar al gobierno de Los Estados Unidos, que fue quien nos invadió en esa noche de navidad, y por tanto fueron en su cobardía, incapaces de declarar siquiera el 20 de diciembre como día de duelo nacional, por lo cual se salva de esta afrenta ell gobierno de Cortizo.
No Obstante, en la gestión de este gobierno anda la recién estrenada embajadora Aponte, como Pedro por su casa, haciendo gala del dominio colonial que presumíamos se había extinguido, ofendiendo con sus acciones intervencionistas, la dignidad y soberanía del pueblo panameño.
Ahora, igual que hace 33 años, nos han venido a robar nuestro patrimonio y en ese objetivo perverso y pérfido se coaligan los potentados que representan a la a oligarquía rapaz y una empresa minera, FQM, que nos están robando nuestro oro, nuestro cobre y otros minerales de alto valor económico a cambio de migajas, aun cuando extorsionan al país como forma de someternos para que aplaudamos el despojo.
Confiado estoy, que mi Dios, el Todopoderoso, convierte toda maldición en bendición. Esa sangre generosa de miles de compatriotas inocentes, seguramente clama a Dios por justicia, pero escrito está que; “la verdad brotará desde la tierra y la justicia nos vendrá desde los cielos”.
Este 24 de diciembre, en esta cena de noche buena, que sea la ocasión para que nuestro señor Jesucristo haga renacer su Espíritu, en cada uno de nosotros, y nos de la fuerza para seguir la lucha por instaurar en este suelo que es nuestra patria, un poco de justicia para que podamos respirar aires de libertad y dignidad.
¡Por un país decente y una patria para todos!
¡Así de sencilla es la cosa!
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