Una semana para bajarse de la bestia del poder y otra para encaramarse y cabalgar en ella.
Por: José Dídimo Escobar Samaniego
Los que se bajan, la mayoría, no estaban preparados para este desgraciado momento que, sobrevino de repente y con una derrota que ni los más pesimistas habrían previsto. Es una salida triste y vergonzosa, con mucho de pena y casi ninguna gloria.
Dejan al país, con mucha deuda pública externa, con un gran y profundo agujero fiscal, con obras sin terminar y pendientes de pagos a acreedores por varios cientos de millones de balboas y con una abultada planilla, en la que en los últimos días corrieron los beneficiarios a aparecerse en las instituciones de base, a fín de que no los boten por no estar presentes, aunque en casi todo el presente periodo no pueden justificar sus salarios con un informe de tareas resueltas en favor de su empleador, el estado.
Los que están por entrar, creían que encontrarían las alforjas llenas, como las encontró Martinelli en el 2009. Muchos llamaron a sus amigos para conformar equipos, pero no hay plata. Otros tenían calculado comprar carros nuevos de alta gama, comprar mobiliario de cuero, refrigeradoras nuevas, aparatos de sonido y computadoras laptop de la última generación al igual que iphone 15 para sus despachos.
Como la mayoría de los funcionarios vienen del empresariado, no están acostumbrados a ganar solo siete mil balboas, porque en sus empresas facturan mucho más, de modo que no estaban preparados para sacrificarse en favor de Estado, es decir, la tal vocación de servicio, eso cómo se come.
La ansiedad se ha adueñado de los que salen por el temor, la angustia, la congoja, la desazón, la inquietud y preocupación que los apremia al quedar casi en el aire, y otros sienten el desasosiego, intranquilidad, zozobra, porque no saben cómo entrar y desenvolverse y con ellos no les sobrevenga, por no hacerlo bien, la crítica publica y hasta el desencanto popular.
A no pocos les preocupa cómo lograr hacer cosas sin recursos. Porque una cosa muy distinta es encontrar a otro con guaricha y otras es encontrarlo también, pero en una densa oscuridad.
Esta semana, se venderán muchos ansiolíticos y no pocos asistirán a psicólogos, psiquiatras para solicitar formulas para poder dormir tranquilos, porque la tensión es tal que algunos no cierran los ojos porque el ansia los mata.
Si las personas, dependieran de Dios, no tendrían ningún problema porque Dios es un Dios de Paz y el la da a todo el que se la pida con Fe.