Sequía

Por: José Dídimo Escobar Samaniego

Hace como un mes que entró, después de muchas lluvias, el periodo seco. La tierra, ya está sedienta y en muchas partes aparecen grietas producidas por la compresión del terreno ante la falta de humedad. Se cuartea la superficie y se endurece lo que suave y húmedo fue, especialmente en el arco seco, en Azuero.

En el plano espiritual, “La gente está como las ramas secas de un árbol, que se arrancan y se usan para encender el fuego debajo de las ollas para cocinar”.

La dureza de corazón nos invade y es ostensible. La insensibilidad, incapacidad de conmoverse o sentirse afectado por lo que atravesamos los panameños, es notorio. Vemos la desgracia a nuestro lado y no nos inmutamos. Como si no fuera con nosotros.

Ya no nos conmueve el atraco, el crimen, la desgracia. Nuestra solidaridad se ha vuelto famélica y presente solo cuando hay una cámara filmando para taquillar.

El egoísmo y la avaricia, han arrinconado al amor y a lo cálido y húmedo de nuestras relaciones como humanos.

Hay en nosotros una espantosa resequedad. Hemos perdido toda o gran parte de humedad, de la dulzura, la ternura del amor y la gracia.

Así como resecos, también frívolos. Ausentes de sentimientos, como piedras. Nuestro corazón se ha petrificado.

Cuando vemos la injusticia, saciarse contra nuestros hermanos, rehusamos enfrentarla. El día que requiramos ayuda, ya no habrá nadie quien nos de aliento, siquiera.

Volvámonos del error, sembremos por y en Fe, manantiales de amor y de grandeza, aún en medio de la resequedad, y algún día, no muy tarde, cosecharemos los frutos deseables y generosos que saciarán nuestra alma.

¡Así de sencilla es la cosa! 

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