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SANGRE, SUDOR Y LAGRIMAS

Por Gonzalo Delgado Quintero

 

La memoria colectiva de un pueblo, es el arma más eficaz contra el olvido. Esa memoria que solo es capaz de mantenerse cuando escribimos con letras doradas la verdad objetiva, que nos es posible cuando está cimentada en la lucha.

Es la memoria que trasciende para afirmarse a través de la historia verdadera, esa que es plasmada a partir de la narración y la escritura que únicamente es posible bajo la calibración del rigor científico que la hace coherente y que con el pasar del tiempo, logra la maduración sustentada en el amor que va surgiendo paulatinamente de las entrañas y profundidades de ese mismo pueblo.

Es la verdad que, como luz, esclarece la bruma de la mentira que, infructuosa, trata de esconder la esencia y las intenciones sempiternas del poderoso que vive bajo ese influjo perverso, cubierto con la espesa niebla de la falsedad, para disimular las más terribles atrocidades que, con retorcida capacidad, se engendran en el vientre de la impureza. Gestación espuria, nutrida por las más abyectas aberraciones generadas por el ser humano envilecido de poder.

Es ese poder “omnímodo” que siempre está en la búsqueda constante de aplastar al débil que muy a pesar de su desventaja, puede guardar en su memoria histórica, ese pensamiento firme, que es su principal arma, contra quienes intentan borrar los recuerdos imperecederos de su resistencia perenne.

Así han estado los pueblos de América Latina, de África, de Asia, del Medio Oriente, los llamados países del sur, los pobres, los explotados, los sin futuro, los sin voz, los que siempre han estado bajo la opresión de propios y extraños, los que sufren el genocidio permanente de la exclusión y que lo sufren a sangre y fuego, sin saber a ciencia cierta el porqué de su destino incierto. Pueblos que viven bajo una procesión interminable de injusticias.

Hoy, la barbarie se apoderó del siglo XXI, el nuevo siglo de la tecnología y ahora, de la inteligencia artificial, son usadas para la eficiencia destructiva. En las guerras de este momento que el mundo observa impávido y que a través de esas nuevas capacidades solo sirven para mover con total precisión, armas inteligentes de exterminio masivo que viene a resultar en una profunda contradicción; porque no hay nada de inteligente en un genocidio, y si acaso son precisas porqué entonces, la imprecisión de matar a niños, hombres, mujeres y ancianos civiles en Gaza.

Porque, ante tanta inteligencia, se provocó la guerra entre Rusia y Ucrania; porque la Organización del Atlántico Norte, se rearma y dirige al planeta hacia una tercera guerra mundial; porque Israel ataca a Irán y siendo ellos los que poseen armamento nuclear, su propaganda afirma defenderse del poder nuclear de un país que no lo tiene; porque los conflictos crecientes que se vienen escenificando con la sola intención de mantener un modelo económico fallido.

Al final, el sombrío panorama de martirio, represión y muerte, ya no nos es extraño. Cierto es que hay un complot de las cadenas occidentales de televisión en no dar a conocer dichos acontecimientos; pero en estos tiempos, eso es imposible ocultarlo, cuando las redes se han tornado más efectivas en la comunicación de masas que los propios medios tradicionales. La conducta de los Estados represivos es igual en mayor o menor grado, y sus efectos, guardando las proporciones, son similares en Palestina, Estados Unidos, Ucrania, Rusia, Irán, Israel, Siria, Afganistán, México, Panamá y otros lugares.

La vejación o muerte de un palestino, es igual a la que se viene imponiendo a un latino en Estados Unidos. Así como lo pueda sufrir un iraní, israelí, ruso, ucraniano, palestino, sirio, afgano, mexicano o panameño. Qué diferencia hay de una acción represiva contra un nativo descendiente Arimae, emberá, Ngabe Bublé; un afro panameño, mestizo, blanco; un obrero de la construcción, profesor, funcionario público, estudiante, sindicalista o un panameño de a pie. Ninguna.

Porqué entonces, hoy, sin justificación alguna, se promueve una xenofobia global; algo sucede, algo siniestro se consolida y hace involucionar a la sociedad a través de la criminal industria promotora de la mentira social y culturalmente inducida, apoyada ahora, con la tecnología y la inteligencia artificial, que nos lleva a preguntarnos hacia dónde vamos con una sociedad cada vez más estupidizada, que no se prepara, haciéndose cada día más dependiente de la internet y tragándose, como cierto, todo lo que en ella aparece y se dice. Preparémonos, no hay otra opción.

 

El autor es periodista, escritor y analista.

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