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Ruidos en la comunicación del Estado |


Por: Gonzalo Delgado Quintero

En la Universidad de Panamá, específicamente en la Escuela de Periodismo de la Facultad de Comunicación Social, en una de las materias impartida por el Profesor Rafael Bolívar Ayala, se nos hablaba mucho de la importancia de tener en cuenta lo atinente a los ruidos en los procesos comunicativos.

Se trataba de Teoría de la Comunicación que había que dar varios semestres por su espeso contenido. El Profesor Ayala, entre tanta variedad temática que ofrecía esta materia, se refería entre otros, a los ruidos de la comunicación y de la identificación de algunos de ellos, para lograr entender mejor las circunstancias que debe llevar a todo buen comunicador a tratar de evitar dicha anomalía y lograr la compresión pública.

En este sentido, tratábamos en clase varios tipos de ruidos como es el de carácter técnico que se refiere al defecto en los medios usados para la comunicación. Daño del aparato de teléfono, en el ordenador, en la trasmisión vía satélite que es interrumpida por causa de una tormenta etc. Las conocidas fallas técnicas.

Encontramos los ruidos físicos. Cualquier sonido que no permite hablar, escucharse o entenderse. En una discoteca, el sonido de la música muy alto en los decibeles, es un buen ejemplo de este tipo de ruidos.

Otros son los ruidos psicológicos que se refieren a los de tipo mental. Por distracción o cualquier otra incapacidad de esta índole.

Tenemos los problemas comunicacionales ocasionados por los ruidos fisiológicos que se produce debido a una condición o problema físico de la persona que trata de comunicar. Un problema de tartamudez o de orden bucal etc.

Los dos últimos tipos de ruidos nos llevan al punto que nos interesa y que se refiere a lo enunciado en el título: “Ruidos en la comunicación del Estado”.

Ayala, también hacía referencia de los ruidos semánticos, principalmente, en los procesos de comunicación en los que el emisor y el receptor no comparten o no entienden el significado de una palabra o de un concepto dentro del mensaje enunciando; ello produce este tipo de ruido.

Regularmente ocurre cuando se comunican mensajes sobre una decodificación especializada. Un médico que trata de explicar un diagnóstico a su paciente con palabras que éste último no entiende. Un abogado que no logra con su lenguaje jurídico que su cliente comprenda el proceso legal que enfrentan. Sin hablar de otras especialidades.

En el tema político, el ruido semántico también observa a algunas personalidades de la cosa pública y su incapacidad de transmitir mensajes claros y entendibles para la población. Tratan de decir solo para cumplir que algo se dijo, utilizando lenguaje seductor que no enamora a nadie (al decir de Alex Grijelmo), porque también entra en juego la interpretación del público receptor que igualmente, es influido por el mensaje de los contrarios, sobre todo, en estos tiempos, donde las redes sociales ejercen una influencia decisiva formadora y deformadora de la opinión pública.

En este universo también están los dueños de algunos medios de comunicación convencionales que promueven esas redes sociales. En realidad, ello es parte de su juego social, que en el fondo pretenden y buscan es mantener intocables, sus grandes intereses económicos que sienten que en algún momento pueden ser afectados y por tanto, se mantienen igualmente militantes, contestatarios y proyectan su propia visión política-electoral, adversa hoy a lo que no sea parte o esté dentro de su ámbito. Finalmente, en este punto, la oposición oficial y regular que tiene cualquier gobierno y suele producir adrede, grandes ruidos.

Frente a esta circunstancia, los mecanismos y medios comunicacionales del gobierno, por ejemplo, tiene grandes desventajas y se quedan rezagados ante los aluviones de mensajes contrarios. Están reactivos, sin iniciativa ni pro-actividad, en tanto, los medios en contra no dan tregua. Esta situación nos lleva al análisis del último ruido.

Nos referimos al ruido de la influencia que regularmente se produce incluso, en la comunicación interpersonal (entre dos personas) y se fundamenta a partir de intereses creados. Un ruido que se produce por consecuencia de las actitudes asumidas por una de las partes implicadas en la comunicación limitando parcial o totalmente el entendimiento. Es decir, este ruido se produce cuando no hay interés alguno ni intención evidente de comprensión de uno hacia otro.

Esto nada tienen que ver con la objetividad dentro de los procesos de comunicación. Es solo un tema de intereses creados en lo político, económico o social, pero que afecta a propósito cualquier intento de comunicación asertiva. Cualquier cosa al respecto, pregúntenle a comunicación del Estado, cómo le está yendo con su estrategia comunicacional frente a la competencia que le están haciendo los mensajes destructivos, con y sin fundamentos, discurridos a lo largo de estos dos años por los adversarios que han tenido la capacidad de desarrollar en forma sostenida y permanente, ese ruido de influencia contra el gobierno, sin que haya una respuesta comunicacional efectiva y esclarecedora.

El autor es periodista académico y escritor.

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