El Periódico de Panamá Revista de Análisis Político, Económico, Social y Cultural.
Por: Dr. José R. Acevedo C.
Hay coincidencia en aceptar que la llamada «Guerra contra las Drogas», es un acto perdido. En la medida que se decomisa más droga, los ajustes internos del mercado, esa mano invisible de la que hablaba Adan Smith en su libro «De la riqueza de las naciones», de manera automática incrementa el costo de cada Kilo, en este caso de cocaína, que actualmente alcanza los cien mil dólares en Estados Unidos y Europa, un precio mayor en Japón.Es un negocio multimillonario, que involucra incluso a gobiernos e implica la necesidad de corrupción, especialmente en aquellas personas que tienen la posibilidad como servidor público de propiciar el tráfico de la droga hacia los respectivos mercados.
El crimen de la droga además de la violencia intrínseca que genera en defensa del control territorial del mercado, afecta sensiblemente el sistema impositivo porque estas personas no declaran ni pagan impuestos. En este aspecto la economía se reciente algo, muchas veces imperceptible porque ese dinero es totalmente inútil engavetado o en ausencia de inversión. Hay que reconocer sin que conlleve justificación que ese dinero se invierte y crea empleos, para re convertirlos en el tracto económico, lo que en materia criminal se le denomina ahora «Lavado de activos».
Ya dejando el preámbulo y entrando al tema de la necesidad de una nueva estrategia en la persecución de este delito, mientras seamos signatarios de la Convención de Viena de 1988, estamos obligados como país a destinar todo tipo de recursos contra esa actividad ilegal. Adicionalmente, cierne en nosotros la lista negra de países no cooperantes en esta justa, que impacta negativamente la economía.
En otras palabras, estamos victimizados, por hacer o por no hacer.
Hace algunos años escuché a un expresidente Guatemalteco, que los países debíamos dejar en nuestra jurisdicción un corredor sin control policial para que la droga llegue a su destino y no a nuestros países. Es para analizar, pero existe una barrera legal y ética que no los impediría.
La estrategia que se impone a mi entender es que los países destinatarios de la droga, que generan el consumo, sea porque drogan a sus soldados al ir al combate creando adicción, o por medicación excesiva para tratar las secuelas de la guerra, hacen el mínimo esfuerzo para evitar el consumo interno, exigiendo luego que destinamos muchos recursos a lo inútil, nos da base ética para ser compensados por cada kilo incautado.
No debemos como país ser conforme con las ayudas en equipo. Es necesario que nos reconozcan diez mil dólares (B/10,000.00) por cada kilo incautado. Esto sin duda incrementará las incautaciones, entrará menos droga a nuestro país por el esfuerzo extra que harán los estamentos de seguridad, disminuyendo sin duda la violencia y la corrupción. Este cambio de timón nos generará ingresos superiores a mil millones de dólares (B/1,000,000,000.00) que fortalecerá la economía, y traerá la innecesidad de las listas, hará justo el reconocimiento del esfuerzo humano y de país en esta persecución criminal.
Actualmente el gobierno norteamericano y la Unión Europea, en ayuda anual no superan los cincuenta millones de dólares.
Hagamos un cálculo matemático simple. Si el pasado año y este año, los estamentos de seguridad incautaron un total de 120 toneladas de cocaína, es decir, 240,000 kilos, multiplicados por una décima parte de su valor en el mercado destinatario, obtendremos la suma de dos mil cuatrocientos millones de dólares (B/2,400,000,000.00) y los destinatarios se ahorrarían en gastos humanos, médicos, tecnológicos, equipos, cifras veinte veces superiores a nosotros. Por ende, el gobierno tiene pleno derecho de exigir un reconocimiento justo a su esfuerzo de incautación de drogas.
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