Últimas Noticias...

Ñagare, cuento completo de Ornel Urriola (1936-2019)

(Un cuento actual)

Ornel Urriola in memorian

La lluvia arreció sobre la ladera y el cielo se quebró entre relámpagos y truenos. La chola arrastró a su compañero hasta el corotú cercano que se empeñaba en lucha tenaz con la tormenta.

Regresaban de Remedios, donde Teresa había ido a buscar a su marido que venía enfermo, tras dos años de trabajo en las fincas bananeras de Puerto Armuelles.

La jornada había sido larga y penosa, interrumpida a intervalos, para que Lorenzo recobrara las energías. La mujer lo miraba compasiva. Sabía que no duraría mucho tiempo así; lo sabía por experiencia. Había visto a su padre primero y después a sus dos hermanos, venir en igual estado que Lorenzo de allá de la Finca, de rociar con ‘humo’ las matas de guineo, y estos no habían durado siquiera una luna.

Llegados a la pata del árbol, la india le secó la frente bañada en sudor y lluvia. Buscó algo en la chácara de viaje. La tormenta parecía amainar, para luego recrudecer con mayor violencia. El viento que bajaba de la cordillera, frío y cortante, provocó un acceso de tos en el hombre que se quiso incorporar y perderse en la noche. Tres pasos y cayó jadeante. La india con un pedazo de su enagua le secó la baba espesa y sanguinolenta que le corría por la barbilla, mientras le recriminaba con ternura.

Lorenzo se dejó llevar dócilmente. La tormenta se fue de fiesta a otros lugares con el viento. En el cielo asomaron tímidamente su nariz de luz algunas estrellas. La india sacó algunos bollos, un trozo de carne de saíno seca y una tula de chicha de maíz.

—¡Mi tiene sede! —balbuceó el indio.

Teresa le ofreció la tula con chicha fuerte.

El hombre bebió con fruición. Tal vez pensó que ese sería su último cántaro de mojoso.

La selva se encendió de insectos. Un prolongado silencio se hizo entre los dos. En la oscuridad los ojos de Lorenzo brillaron con fosforescencia extraña.

Todavía faltaban seis horas de camino. Teresa pensó que sería mejor esperar al alba para proseguir. Reclinó la cabeza del enfermo sobre la chácara, la cubrió con hojas de bijao y algunos trapos rotos que encontró en la bolsa. Luego, labró un tabaco, y se fue a sentar sobre un tronco cercano, para que el humo no molestara al marido.

La fatiga rindió a Lorenzo que ensayó algunos ronquidos, interrumpidos a menudo por accesos de tos. Teresa viendo esfumarse el tabaco convertido en humo, pensó que dentro de poco su Lorenzo se quedaría en la tierra y su espíritu, a lo mejor convertido en humo, se iría con el Gran Espíritu, así como su padre y sus hermanos y todos los que van a buscar la muerte allá en las fincas de los pueblos. Le habría gustado saber por qué a los hombres de la sierra les agrada ir a buscar la muerte.

Teresa pensó que la muerte compraba a los hombres de su raza a cambio de los dientes de oro con que todos regresaban. Recordó que su padre había vuelto con esos dientes, también sus hermanos, con los mismos dientes, tosiendo y escupiendo sangre. Por eso cuando Lorenzo intentó sonreírle en el pueblo, tuvo la seguridad de que Lorenzo había hecho trato con la muerte de los pueblos. De pronto se incorporó sobresaltada y fue hasta el lecho del enfermo que respiraba con suma dificultad.

El indio miró a la mujer con lástima y agradecimiento. Luego, pausadamente y más para consigo mismo, que para con la mujer, dijo:

—Tu Lorenzo ta de viaje, Teresa… Mi no quiere seguire más para la sierra… –Hizo una pausa larga y prosiguió. Mi quiere comenzare viaje aquí mismo.

La india conmovida escuchaba cada palabra y sentía que se iba quedando cada vez más sola. Y, ya sin poderse contener, dijo:

—¡Lorenzo!… ¿por qué hacere eso?… ¿Tú no quiere tar más con la Teresa? ¿Tuú pensare que ya yo no servire pa mujere tuya? ¿Ah, Lorenzo’? . . . . ¿Para qué tú querere buscare muerte pa costarte con ella?

La luna apuntó sonriente sobre la cordillera. Teresa estremeció el cuerpo del indio y lo llamó desesperadamente. La luna continúo ascendiendo. Teresa se incorporó lentamente, miró a la luna y moviendo la cabeza le dijo:

— ¡Lorenzo, ñagare!

Tomado de Cuentos de Panamá, antología de narrativa panameña contemporánea, Prensas Universitarias de Zaragoza, Aragón, España, 2019

14 Hay varios Likes:) Gracias...

Califica el Post...

User Rating: 3.58 ( 12 votes)
Compartir

Sobre El Periódico

El Periódico de Panamá. Revista de Análisis, Político, Económico, Social y Cultural.

Ver Artículo

Recuerdo imborrables.

Narrativa corta. Autor: Ramiro Guerra M.   Todavía muy niño, recuerdo el carro de humo. …

Deja una respuesta