Editorial

El silencio es perceptible. Hasta la naturaleza se escucha en sus gemidos y alegrías, expresadas por las aves y, las personas del país nuestro, hace más de 24 horas que, están inmersas en una ansiedad, desconocida hasta ahora por todos.

Los que nos tocó vivir la invasión norteamericana de 1989, podemos hacer tal vez, algún parangón porque esos hechos rompieron, por el contrario, toda paz, y era una tensión, producida por una violencia inusitada que, además, era acompasada por el retumbar de las bombas y armas de grueso calibre que destrozaban carne y vidas humanas de los más pobres e inocentes del país hace casi 34 años atrás.

La espera sigue y la gente, muchos oran al Dios del cielo y la tierra, para que todo sea en el camino de la paz y a nadie se le ocurra ofrecer los motivos para prender al país como manifestación de frustración suprema de quienes deben hacer justicia en el momento más grave de sus vidas y de la nación.

Los pueblos, casi todos están atrincherados y otros en vigilia. A la espera de la decisión que nos dignifique a la mayoría del pueblo trabajador y decente y que exponga a los truhanes y corruptos que pretendieron vender la patria.

Estamos atentos, nos jugamos el destino de libres o el sometimiento de nuestra condición digna. Los que tenemos Fe, oramos al Señor Jesucristo para que nos de templanza y sabiduría para salir de este atolladero al cual nos condujeron la avaricia y la ambición de unos cuantos.