Por Gonzalo Delgado Quintero
La única forma de conseguir lo que se desea, cuando algo es lo suficientemente importante, es queriendo con sublime sentimiento lo que se está haciendo, enfrentando el peligro, incluso bajo la adversidad y de que las condiciones no te sean favorables.Los tiempos que transcurren, son importantes espacios en los que se están acariciando quimeras de esperanzas, después de acumulados siglos de frustraciones. Estos remansos temporales de laureados triunfos, no han resultado por arte de magia; de esa forma, jamás se ha hecho un sueño realidad. Se ha necesitado el acerar la conciencia, sudar el pensamiento y el cuerpo, ofrendar sangre generosa de quienes cayeron en el bregar pundonoroso de la dignidad en esa sostenida e interminable resistencia de los pueblos.
Han sido determinación y trabajo duro, para lograr el éxito. Porque lograr la cúspide ha significado siglos de lucha. Esos logros que hoy vemos y tocamos, han sido la acumulación de miles y miles de batallas no ganadas, sabiendo que la lucha se puede perder, pero que si no se pelea es peor, porque entonces si perderíamos definitivamente. Al final, todo lo que se está viviendo en América Latina es y seguirá siendo, producto de grandes luchas.
Hace apenas unos tres o cuatro años, era impensable que una persona estigmatizada por haber sido guerrillero ocupara el solio presidencial en cualquier país de la Amerindia. Incluso, era inimaginable que después de lo sucedido con Salvador Allende en Chile, a cualquier país de los nuestros, llegara un presidente de izquierda y ya ven.
Pensar que además de Cuba, después de décadas de aluviones de propaganda en contra, se podía presentar otra oportunidad era inconcebible. Más aún, cuando la propia Europa del Este cayó, se pensó y hasta se escribió sobre el fin de la historia y de las ideologías.
Pero no fue así. Desde Cuba hasta Colombia hoy, el cambio profundo está cuajando. El caso de Gustavo Petro y Francia Márquez es producto de la acumulación de más de 250 años de lucha que parecían interminables. Pero sucedió.
En América Latina está en ebullición ese cambio profundo, porque los pueblos están superando el miedo a perder lo que nunca han tenido. Por eso hoy, en Honduras ese cambio prohijado por los catrachos es una realidad, como lo ha sido en Nicaragua, Venezuela, México, Cuba, Perú, Bolivia, Argentina, El Salvador, Chile y pronto otros.
No obstante, la quimera ha sido posible, pero de ahora en adelante, lo difícil es mantenerla. La mayoría de los gobiernos de los países mencionados se enfrentan a estructuras y poderes económicos adversos en muchos de estos países. Oligarquías entregadas a las decisiones del norte. Políticos traicioneros vendidos a los grandes intereses del imperio económico capitalista. Por su parte el impero norteño prepara el garrote. A eso se enfrentan los gobiernos progresistas de la izquierda actual de siglo 21.
El autor es periodista y escritor
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