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La descentralización y la pobreza de las campañas

Solo un mayor nivel de conciencia, organización y movilización de la población podrá enrumbar el país por el camino correcto.

Juan Jované

 

Una característica principal de las actuales campañas políticas para la presidencia es la incapacidad, como se evidencia en los planteamientos de todos los candidatos, de realizar un análisis certero de la crisis estructural que vive el país, así como de mostrar con claridad como enfrentarla. Esto se hizo evidente en el tratamiento que se le dio a la descentralización en el último debate.

Si bien todos los candidatos afirmaron, en forma abstracta y general, que la descentralización es importante para lograr un desarrollo territorialmente más equitativo, ninguno fue capaz de definir con claridad la forma en que la misma se debe implementar. Para esto tendrían que haber propuesto alguna forma de articular de manera adecuada los aspectos macro, sectoriales, micro y territoriales del desarrollo.

Solo en esta perspectiva se puede apreciar que se trata de un problema de planificación, la que, en Panamá, sobre todo la que tiene que ver con el desarrollo territorial, fue eliminada por la visión neoliberal que fue introducida en nuestro país, bajo el criterio de lo que se conoce como el “fundamentalismo de mercado”. Un hito importante en este proceso se dio en diciembre de 1998 con la eliminación del Ministerio de Economía y la aparición del Ministerio de Economía y Finanzas.

En la realidad la política económica y su influencia sobre el desarrollo sectorial y territorial se centra de manera excesiva en el Ministerio de Economía y Finanzas, el cual en términos presupuestarios domina el escenario de la asignación de recursos. Esto, en términos prácticos, lo hace simplemente pensando en el equilibrio macroeconómico y los intereses políticos del gobierno de turno, sin una adecuada preocupación por los problemas sectoriales y territoriales. El poder super centralizado sobre el presupuesto se presta para distribuir prebendas políticas y alentar la práctica del clientelismo, afectando cualquier actividad seria de descentralización.

En el caso de las políticas pertinentes a lo que podemos llamar la meso-economía, es decir con los sectores y la división del trabajo del aparato estatal por funciones, éstas también muestran un muy elevado nivel de centralización. Es así, por ejemplo, que las provincias, que representan un nodo importante de la territorialidad, juegan, en el mejor de los casos, un papel marginal en las decisiones que las afectan, tal como es el caso de la confección del presupuesto. Peor aún, no existe un mecanismo efectivo de planificación que permita que las actividades del conjunto de los ministerios y entidades autónomas en la provincia sean consistentes y coherentes con una visión de desarrollo territorial.

Cuando se práctica lo que se conoce como planificación multi-escala y gobernanza multi- nivel, se espera una relación correcta entre la escala territorial (macro, sectorial, territorial) con una estructura de gobierno que pueda recoger los intereses y visiones de cada una de esta escala. En Panamá esa relación, fundamental para una planificación que tome en cuenta lo territorial no está presente. De hecho, como se adelantó, no existe un nodo en las provincias que asegure que sus necesidades específicas sean tomadas en consideración y se asegure el diálogo fructífero entre lo macro lo sectorial y lo territorial, logrando un todo coherente en que el proceso fluya en dos vías: de abajo hacia arriba y de arriba hacia abajo.

Tampoco existe una forma coherente y racional de vincular los municipios con lo provincial y nacional en términos de planificación. Estos, si bien gozan de una autonomía relativamente mayor, lo cierto es que en términos de descentralización dependen de una “autoridad superior” que distribuye los recursos no en términos de necesidades de desarrollo y equidad debidamente evaluadas, vinculadas con un presupuesto por programas, objetivos y resultados, sino en base a intereses políticos. Esto abre las puertas al clientelismo y la corrupción.

A lo anterior hay que agregar que la planificación multi-escala, sostenida en una adecuada estructura estatal multi-nivel, se basa en una plena participación protagónica, en cada uno de los niveles, de la población. No solo se debe buscar institucionalizar los llamados mecanismos de participación, se trata de que los mismos operen de manera plenamente democrática, vinculante e independiente. Esto significa que éstos no deberán ser cooptados por la partidocracia, lo que los haría poco útiles para superar la situación actual.

Estos mecanismos tienen que ser el vehículo para la participación de la población en la toma de decisiones sobre las prioridades y la asignación de recursos, los mismos deberán estar presentes en la formulación, la implementación y seguimiento de los planes y jugar un papel decisivo en la exigencia de la rendición de cuentas.

Lastimosamente en la especie de olla de grillos en que se han convertido los debates presidenciales, este tipo de ideas no aparecen como parte de la discusión. Solo un mayor nivel de conciencia, organización y movilización de la población podrá enrumbar el país por el camino correcto.

 

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