Jugar béisbol y baloncesto y correr por el barrio matancero de Limonar imitando al bicampeón olímpico Alberto Juantorena se le daban bien al muchacho, obsesionado con rebajar los tiempos de cada tramo recorrido.
Javier Sotomayor y Alberto Juantorena
Un tío les obsequió un cronometro a sus padres y aquello despertó ese gen competitivo que un tiempo después lo empujaría en su salto a la inmortalidad.
En algún momento apareció uno de esos visionarios que andan anónimos por las pistas de Cuba y pensó que aquel muchacho de piernas largas había llegado al mundo para saltar varillas.
A los 14 años de edad ya podía sobrepasar los dos metros de altura y ganó una beca en la Escuela Superior de Perfeccionamiento Deportivo, ubicada en la capital del país.
Su pegajoso apellido comenzó a pronunciarse de boca en boca entre los entendidos en la materia y su progresión fue notable en los entrenamientos a medida que se iba adueñando de la técnica de esa disciplina.
Cuando en 1986 quedó campeón mundial juvenil en Atenas con un récord 2.36 metros, los guardianes de las puertas de entrada al Olimpo se apartaron para que el gigante de risa fácil comenzara su escalada.
Javier Sotomayor es ahora un héroe nacional, dueño de una de las marcas más antiguas del atletismo, al saltar por encima de los 2.45 metros de altura al aire libre y 2.43 metros en pista cubierta.
El llamado «Príncipe de las alturas» también se eleva hasta dimensiones inimaginables por su sencillez, cubanía, honestidad y por lo que representa para cada uno de los hombres nacidos en esta pequeña isla.
«Me gustaría que mi récord se mantenga, pero no perdería nada si lo rompen algún día. El honor y el orgullo de haber sido recordista por tanto tiempo es algo que nada ni nadie me va a quitar», me confesó luego de cumplirse 35 años de su marca en pista cubierta y próximo a superar también las tres décadas el alcanzado al aire libre.
«Después de muerto mi récord quedará para la historia. Me levanto todos los días orgulloso de ser recordista mundial y si alguien me lo rompe seguiré siendo el mismo Sotomayor de siempre, muy contento por haber obtenido todos esos logros en mi carrera deportiva», agregó.
En su vitrina resaltan 16 medallas de oro, seis de plata y tres de bronces en las competencias de alto nivel y en su bitácora guarda con celo un título olímpico y seis mundiales, además de tener el privilegio de ser el saltador de altura que en más ocasiones se elevó sobre los 2.40 metros, cuota que superó en 24 ocasiones.
Por su impronta ganó en diciembre pasado el premio Leyenda de Panam Sports, entregado durante una ceremonia organizada en la ciudad de Miami para reconocer a los mejores atletas del continente en la temporada de 2023.
En enero fue homenajeado por el aniversario 30 de su marca del mundo en la 76 edición de la Gala del prestigioso diario Mundo Deportivo, celebrada en el Palacio de Congresos de Cataluña, España.
Pero el premio más importante que ha recibido en sus 56 años de vida fue el «Príncipe de Asturias» 1993, galardón entregado por el heredero al trono español que se concede desde 1981 a la persona, grupo o institución cuya labor creadora o de investigación represente una aportación relevante a la cultura universal.
«De los premios que uno se gana fuera del terreno, de aquellos que no dependen en su totalidad de mi esfuerzo físico, de los que dependen de la opinión y la concepción que tengan de uno varias personas, es el más importante que he recibido», me aseguró el atleta en una oportunidad.
«Me sentí muy contento y honrado con ese galardón, no solo por lo que representa, sino por los contrarios que en aquel entonces estaban optando también por el», acotó.
Dentro de los otros célebres candidatos se encontraban figuras como el velocista Carl Lewis, el basquetbolista Michael Jordan y la tenista Mónica Seles.
Ofertas para abandonar el país nunca faltaron, pero a pesar de crisis económicas, falta de recursos y problemas de toda índole con las que ha tenido que lidiar Cuba a lo largo de varias décadas, el también llamado «Tigre de Limonar» jamás tuvo esa opción en su agenda de vida.
«Nunca pensé abandonar mi país y quiero que eso todo el mundo me lo respete, jamás pensé tomar otro camino que no fuera pertenecer a la selección cubana de atletismo. Otros lo han hecho y yo respeto mucho la decisión de cada cual, siempre y cuando se respete la mía», sentenció en una ocasión a este periodista.
Para Javier Sotomayor la fama no es un problema por su propio carácter y nunca se ha creído superior a nadie por ser una personalidad de talla mundial.
«Si me he dado a querer es porque soy natural, saludo a todos, converso con todo el que se me acerca y nunca tengo ninguna mala acción con nadie.
«Hoy en día los niños, que son los que más me enorgullecen porque nunca me vieron saltar, saben de mi historia y me saludan. En la calle, en un pequeño tramo, me saludan más de diez personas y me siento muy feliz, no me molesta para nada, aunque en algún momento específico quiera pasar desapercibido como cualquiera, pero nunca me siento mal por esas cosas y mucho menos entre nosotros los cubanos», dijo.
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