Por: Dr. José R. Acevedo C.
En nuestro país abundan los retazos de personas. Sin discriminación alguna la fragmentación de la personalidad ocurre en todos los ámbitos de la vida social. La persona al ocupar un cargo de jerarquía en el sector público o privado, mágicamente devela su auténtica personalidad. Se torna arrogante, mezquina, traidora, soberbia, autoritaria, es otra persona comparada con la que se presentaba y conducía antes de ocupar la posición.De acuerdo a la Real Academia de la Lengua Española, fragmentado tiene el significado de algo que está dividido en partes o se sitúa o inclina intencionalmente de un lado o de otro.
La humildad que le retrataba ahora es solo un bosquejo borroso. Su dulzura adquirió un sabor agrio. Aquella sonrisa amable, atrayente e incluso seductora, se transformó en villana, maligna en su expresión e inaccesible.
El abrazo cálido de saludo, es solo una mueca fría como un cadáver. Su agenda ahora carece de espacio para compartir y atender con amistades. Solo hay tiempo para ocuparse de los poderosos y más influyentes.
La fragmentación humana en nuestra sociedad cabalga tan libre como lo hacen aún las grandes migraciones de animales en África. En el sector público los retazos humanos cubren los pasillos, la fragmentación alcanzó la cima de lo impensable.
No tengo la idoneidad para analizar psíquica y psicológicamente este proceso de fragmentación, por dos razones. La primera es que no soy psiquiatra ni psicólogo y la segunda, tal vez la más poderosa, es que resulta inútil e inocuo, porque estos seres, al final inferiores a otros, no merecen la inversión de un tiempo valioso de la vida, que debe ser dedicado a cosas más edificantes y trascendentales del espíritu.
El hombre debe sentirse lleno a plenitud, cuando es reconocido por su humildad y consideración a los demás. Esta es una misión de vida humana, social y gratificante.
La arrogancia más dañina se encuentra en los aplicadores de la Ley. En estos es imperdonable la misma. Los hace miserables e injustos, fríos, abominables, despreciables, porque asesinan la libertad de otros o roban sueños, esperanzas y formas dignas de vida. Esta fragmentación se materializa de manera diferente a otros cargos. En estos casos el aplicador de la Ley, debe atomizar sus relaciones a su grupo familiar para eludir influencias externas en sus decisiones. Es entendible y justificable, tal actuar.
Ojalá fuese esta la fragmentación a la que hacemos referencia, sería el menor de los males. La fragmentación materializada en arrogancia, acontece cuando se dejan llevar por la impresión, sospechas, rumores, intereses personales o ajenos, aplicando la Ley de manera incorrecta, tergiversando u omitiendo la ética de su cargo. Para señalar solo una de esas formas de fragmentación arrogante, en el proceso penal de corte acusatorio, casi todos los jueces de garantías y de otras instancias, no tutelan el debido proceso legal. Unos con indicios muy débiles contra la persona le aplican medida cautelar de privación de libertad; otros en instancias superiores cuando se les hace saber de la violación flagrante al debido proceso legal, esquivan su responsabilidad de enderezar lo curvado, dejan de pronunciarse bajo la premisa que ese tema debe ser decidido por el inferior, lo que no es cierto, ya que todos son jueces de garantías y como tales tienen el deber de garantizar el debido proceso.
Lo más irrisorio y contradictorio, es que cuando dejan de ocupar tales cargos, son quienes más se expresan en contra de tal fragmentación. Así como de manera mágica se fragmentaron en su silla, regresan a su cuerpo y personalidad anterior, pero ya han dejado un camino de retazos de su cuerpo totalmente fragmentado, por ser arrogantes, soberbios e inclinarse de uno u otro lado, según las circunstancias.
Hombre, ser humano, no te fragmentes por un cargo pasajero. Idolatra la humildad como tu imagen más respetada, como tu huella intemporal.
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