El Periódico de Panamá Revista de Análisis Político, Económico, Social y Cultural.
Por: José Dídimo Escobar Samaniego
El principal mamífero carroñero que conocemos, tiene características que la hacen peculiar. A la hiena se le conoce por ser clepto parásita. Su olor a carne podrida, las delata.
Transitamos entre cosas pestilentes, y como que nuestro sentido del olfato no atina a distinguir con claridad entre el olor y el hedor. Por estos días en que casi llegamos al segundo año de declarada la pandemia, se han dado cita toda clase de especies de felinos cruzados con canes, en estado salvaje y por supuesto las aves de rapiña. De la tragedia, han medrado de una manera tan deleznable y cruel que, apuestan a que continúe la mortandad de gente, porque nunca habían vendido tanto y tan caro, todos los aprestos de salud, las farmacéuticas se pelean el mercado no solo de las vacunas, y los negocios funerarios no se dan abasto. Nuestra desgracia ha sido su agosto.
Pero en medio de todo este drama, como si fuera poco, la clase política tradicional, patrocinada por un Tribunal Electoral alcahuete, viven de ofrecer mecanismos para revolver las pócimas y en medio de la revoltura, cazar a incautos y compran conciencias como el que compra cerdos en los chiqueros, porque la Ley Electoral está hecha para la corrupción y para que los particulares que tienen mucho dinero, compren el poder y hagan uso de parte de sus bienes para pringar la dignidad humana de los panameños, porque nuestra democracia terminó siendo un gran estafa.
Ofrecen mil malabares para garantizar resultados, porque lo importante no es respetar regla alguna, sino llegar al poder como sea y sobre todo hacer un proceso para aparentar algo que no se tienen y que es la raíz de toda la corrupción nacional.
Atrás quedó el sentido ético y moral de llegar al poder por razones y una proyección responsable para construir una casa digna para los panameños. Ni aún los llamados independientes dejaron a un lado las prácticas de la compra de firmas, que era propia de los partidos políticos tradicionales. La mentira y el engaño son características de las que no pudieron divorciarse. Los informes financieros, que se elevaron al Tribunal Electoral encubren gastos que no pueden explicar, sin haberse excedido muchas veces, en los topes que la Ley determinó. Mientras los poderosos puedan financiar a los candidatos, sus curules ya no pertenecen al pueblo que vota, sino a los acreedores de quienes salieron electos. Así se consagra el más grave delito electoral, que es la degeneración de la pureza del sufragio.
Ahora vienen las hienas, porque se ha abierto el festival de ellas, y el escenario es la dignidad de los panameños, que yace tendida en el suelo, como un cadáver al que todos los animales carroñeros se precipitan con sus garras, fauces y picos, para desmembrar todo tejido de carne, y aún destrozar hasta los huesos de nuestra humanidad como nación.
El proceso electoral que debe ser el mecanismo para legitimar el poder político, mejorar, y dignificar la estructura sobre la cual debemos edificar a un Estado para que rescatemos; nuestras enfermas instituciones, no parece encaminarse a un espacio de decencia, sino a un agravamiento de la ya trémula condición en la que sobrevivimos, pues el olor a los carroñeros, es porque se pasean alrededor de la moribunda condición de nuestra sociedad, esperando a que no podamos levantarnos para empezar el festival de las hienas.
Tengo la Fe en el Dios Altísimo, de que Él mismo, con su mano Poderosa, nos saque de en medio de las bestias y de la muerte, y nos vuelva a dar aliento y un alto sentido de pertenencia por el amor y la dignidad humana y les agrie el festín que tenían preparado, los que querían festejar con nuestros despojos.
¡Por un país decente y una patria para todos!
¡Así de sencilla es la cosa!
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