Por: Ramiro Guerra M. Abogado y Cientista Político.
Acceden a tales cargos, con toda la buenas intenciones, de honrar a la institución para la cual sirven. Sin embargo, no pasa tiempo para darse cuenta, que han llegado a una institución tipo monstruo, que se traga a todo el se atreva a desafiar su naturaleza perversa y de malas prácticas.
Coloca al individuo en una suerte de rehén. La experiencia Camilo Octavio Pérez, poca veces vista, llega a la Corte Suprema y todavía resuena en nuestros oídos, «esto aquí es una cueva de garrapatas». El problema de fondo. El entramado jurídico que le sirve de sustento, deja inmensos portones, por donde se filtra exacerbado grado de influencia y hasta de control político – mediático proveniente de factores de poder. Para un individuo, sobreponerse a esta realidad, es casi que imposible; se requiere de mucha voluntad ética, para desafiar al monstruo.
Excepciones la han habido. Reitero, es algo complicado y difícil. En este ambiente, el individuo, queda expuesto a todo tipo de presiones, que pueden hasta involucrar a familia y personas cercanas. La realidad venida de hace tiempo, da cuenta que el monstruo se impone. Mientras no haya una reingeniería total del estado panameño, la cuestión es compleja. En un escenario de institución monstruo, al individuo que llega al cargo, queda sujeto al dilema, de ser o no ser.
Asumir un discurso de desafío y recurrir a su mejor defensa, apoyarse en la ciudadanía y airear los obstáculos dentro la estructura monstruo, no le permiten actuar con solvencia ética. Reitero se trata de algo difícil, más cuando la estructura termina asimilando las buenas intenciones conque se accedió a la posición. Estamos frente a un viejo debate, institución – individuo.
Que opinan amigos lectores.
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