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En defensa del Señor Presidente.

Por: Rafael Ruiloba

Uno no puede pedir, presuponer o exigir que el discurso del señor presidente sea como el discurso de Pericles, en Grecia; al inicio de la guerra del Peloponeso o como el de Stalin invocando al patriotismo ruso para defender a la madre patria de la invasión nazi o que su discurso sea el discurso de Winston Churchill prometiendo sangre, sudor y lágrimas al pueblo inglés en la guerra contra Alemania nazi. O como mínimo, sea el discurso el de algún siervo de Dios denunciando que se le escapó al diablo. No, no, de ninguna manera. Uno no puede pedirle peras al olmo.

Que su discurso haya sido un rebujo de ensalmos para bienaventuranza de los que se benefician en el país de las maravillas, como empresas portuarias y mineras que, en nombre del desarrollo y el progreso de otros países, saquean el nuestro. Eso no es ápice para que piensen que su discurso debió ser para amenguar nostalgias o que fuese como el de Carlos II, el hechizado, una prosapia de murmullos capaces de encantar energúmenos. No señores. Su discurso fue a lo sumo dicho para conmover diputados díscolos con la danza de millones, para persuadir a una oposición blandengue, de usar su discurso altisonante como un modelo discursivo para políticos que esperen su turno para decir lo mismo cuando tengan que dar un discurso anodino en la Asamblea. Los que lo critican por ser quien es: un neoliberal más del régimen post invasión, un presidente parecido a todos los demás, están meando fuera del beque. No es un estadista, no es el héroe de la nación en tiempos de pandemia, tampoco es el redentor de las promesas incumplidas y los que lo creen, o creyeron están condenados a escuchar de nuevo, las promesas en esa perorata de novelerías tres veces más como mínimo. Que su discurso oculte la falta de transparencia; que las iniciativas para la re-activación económicas sea espejismo y que el ciudadano siga vulnerado en la seguridad social y esté en las fauces depredadoras de la banca, la inopia y el hambre, no importa, son gajes del oficio de la vida cotidiana en los tiempos del neo liberalismo, gajes que no merecen ser mencionados en el soliloquio presidencial. Pues cuando votamos por él, le creímos, aunque ahora esperamos lo que solo nos dará en ese refrito de promesas. En mi caso, con el disimulo cauteloso del escepticismo heredado de mi comandante Spinosa, opino que los empresarios los políticos y los administradores de la colonia neoliberal, deben felicitarlo, dar un paso al frente para defenderlo, porque a pesar del desastre. no ha perdido el control del país y esto deben hacerlo antes de que vientos de la historia cambien y no pueda seguir atosigándonos con sus memorables discursos.

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