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AL CABO DE LA YEGUA MUERTA |


Por: Gonzalo Delgado Quintero

Esta frase vernacular la aprendí de mi abuela Martina Regalado Cedeño. AL CABO DE LA YEGUA MUERTA, LA VANGAÑA DE MAÍZ, se refiere a cualquier asunto de importancia que nunca se resuelve debido a la respuesta tardía. La fuerte figura expresiva se sustenta en su acepción profunda, al hecho subyacente que guarda relación figurada con la analogía de que si el animal ha muerto por hambre, para qué entonces traerle alimento después.

En gran medida esta frase cae como anillo al dedo con respecto a  problemas políticos, económicos, salud y de la gestión pública en términos generales. Por ejemplo, el tema de salud, es un álgido problema que se prolongan, no tanto por la crisis sanitaria provocada por la pandemia del Sars cov-2 (Covid-19), sino por la incongruente dicotomía que se produce debido a la falta de coordinación y por la poca fluidez comunicacional entre las personas responsables de bajar y dar a conocer cualquier estrategia, plan o información al respecto.

Con respecto a la crisis sanitaria, al inicio hubo la excusa sustentada en el hecho de no conocer la  Covid 19, incluso a nivel de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y por tanto, la incertidumbre de las autoridades nacionales e internacionales al momento de dar respuestas acertadas sobre qué hacer al respecto.  Reconocemos que actualmente en Panamá se ha podido avanzar y que ahora se están dando acciones rápidas, pero al principio no fue así, porque la respuesta fue tardía.

Otro problema ha sido y sigue siendo la actitud de los sectores económicos que obtuvieron y siguen obteniendo beneficio a costa de la pandemia. Unos cuantos empresarios no ganaron, pero tampoco perdieron y otros que están en el negocio de la salud obtuvieron grandes ganancias.

Pero esto no es lo peor si observamos la intención de grupos del sector financiero que pretenden que el Estado (nosotros) a través del gobierno les aporten unos 10 mil millones de dólares de manera directa con la excusa de reflotar la economía del país. Esto es parte de lo que le solicitó el Consejo Nacional de la Empresa Privada (CONEP) al Gobierno. Antes, el grupo de Mottas había pedido cuatro mil millones.

De darse ese “aporte” a la empresa privada, ello resultaría en un escándalo mayúsculo peor que lo sucedido con la plata de la Corporación Financiera Nacional (COFINA). Esa plata se perdería, nunca se daría rendición de cuentas, con el tiempo se disiparía su devolución; además, quién respondería por semejante cuantía. Igualmente, ese dinero saldría de los bolsillos del pueblo que a final de cuentas sería el que realmente sufragaría, incluso, el hecho de que los millonarios, no solo, no pierdan, sino no que saquen mayores provechos de la crisis sanitaria por la pandemia de la Covid 19.

Finalmente, el tema de la gestión pública que no puede ceder ni dar tregua ante la dinámica de los acontecimientos. El gobierno, así como le dio respuesta a la deuda dejada a los empresarios proveedores por las administraciones de Martinelli y Varela; igualmente, haciendo frente a los desastres naturales provocados por los huracanes Eta e Iota y en gran medida, a la pandemia; sin embargo, no se ha visto una posición vertical frente al juego diabólico de sectores empresariales que pretenden aprovecharse de las circunstancias en desmedro de los intereses del pueblo.

Hay que apretarse el cinturón. Retomar el criterio de una conducción en la gestión del gobierno con criterio social en función de un Estado benefactor y apartarse del criterio agiotista y deleznable de algunos grupos que han visto en la pandemia su forma fácil de enriquecimiento. Es urgente que el gobierno realice cambios en la estructura institucional. Quienes funcionan que sigan, pero quienes no, que sean cambiados.

Al final, lo que cuanta son los resultados positivos; de lo que se trata es, hacer las cosas bien;  y no de satisfacer el apetito voraz de una indolente clase financiera y especulativa. Ello implica apostar y velar por los más caros intereses de las mayorías y no solo por un grupito que le ha dado la espalda incluso a sus propios colaboradores y que aprovechándose de la pandemia hizo destituciones masivas.

Nuestra última advertencia es que el gobierno, entiéndase cada una de sus instituciones deben ser más ágiles en sus respuestas. La excesiva burocracia está demorando procesos resolutivos que obstaculizan la dinámica de la reactivación económica. Cada funcionario que actúa con responsabilidad asignada o con mando y jurisdicción, debe ser un facilitador y no la tranca que no permite que las respuestas se den a tiempo. Porque como decía mi abuela: “Al cabo de la yegua muerta, la bangaña de maíz para qué”.

El autor es periodista y escritor

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