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45 años que empezaron con fortaleza patriótica y ha terminado en una azarosa existencia

Por: José Dídimo Escobar Samaniego

El gobierno era un matrimonio entre fuerzas armadas, oligarquía y malos curas, y como los matrimonios eclesiásticos no admiten divorcio, aquella trilogía de antipatriotas parecía indisoluble. El oligarca explotaba los sentimientos de vanidad y lucro de ciertos militares, incluyéndolos en sus círculos sociales, e incluyéndolos también en las participaciones de sus empresas. El militar prestaba su fusil para silenciar al pueblo y no permitir que la clase gobernante fuera “irrespetada” por la chusma frenética, como llamaban al pueblo, y los malos apóstoles de la Iglesia bendecían este matrimonio, para sentarse a la mesa como invitados y poder disfrutar de los beneficios del poder.

Desde que salí de la Academia como segundo teniente, a los 22 años, fui demasiado utilizado para comandar pelotones de fusileros que estaban prestos a silenciar estudiantes, obreros y campesinos. En más de una ocasión, se me despidió, antes de salir para el escenario de los disturbios, con las siguientes expresiones:

“Aplasta a esos subversivos, que pretenden desquiciar la economía no pagando el alquiler de sus casas”.

“Extermina a esos huelguistas, Torrijos, a quienes hemos hecho el favor de dar un trabajo y ahora vienen con las exigencias de un aumento de salario; después que les hicimos tal favor y les dimos de comer, hasta techo quieren para sus hijos”.

Así pensaba el General Torrijos, que el día 15 de julio de 1978, crea el Comité Organizador del PRD en el Gimnasio del Colegio Manuel María Tejada Roca, después de una gran concentración popular en el parque Porras de las Tablas. Torrijos quería un partido de nuevo tipo que en nada se pareciera a los partidos tradicionales de la oligarquía que concurrían cada cuatro años a elecciones «democráticas» y vivíamos como ahora, en una aparente democracia que era pan y circo, y como él dijo, más circo que pan.

En la última elección de la dirección política del PRD, el pasado año, tamizada por el clientelismo y otros vicios que lo demeritan ante la sociedad y lo contrasta con su origen, como un partido desligado de prácticas atribuidas a las tradicionales corporaciones políticas panameñas; la organización política fundada por Omar, terminó cayendo en manos de una dirección política vinculada a prácticas deleznables, y con una brújula extraviada y sin destino.

Los dos principales cargos que detentan la representación legal y la dirección del partido, sufren un desgaste dantesco y nunca escucharon a Omar cuando hablaba del relevo generacional, así sobrevino un grave deterioro de su imagen pública ya que, al margen de la Constitución y la Ley, se le asignan “partidas circuitales” conocidas ahora como partidas de la descentralización, toleradas caprichosamente por el actual y los anteriores Contralores Generales de la República, y en la que, el Órgano Ejecutivo, practica una suerte de clientelismo político para favorecerse a cambio con algún grado de “gobernabilidad” o “docilidad” surgida de esas transacciones o cariñitos que con el dinero de todos los panameños, impiden que la Asamblea sea un Órgano independiente y que represente fielmente al electorado que lo elegirá.

Tal manejo de estos hechos, además de la administración de más de ochenta millones de balboas en contratos por servicios profesionales, en donde se favorecen a familiares y amigos personales de los diputados, con altos y jugosos salarios, y que no representan ningún rédito o contraprestación al Estado, y en muchos casos ni siquiera asisten a laborar, constituyen una madeja de corrupción que, hace imposible desvincular al partido de esa triste realidad de mediatización como fuerza desde el gobierno que diera luces de un compromiso real con el cambio que el país requiere.

Ello, permite ahora que una figura impuesta por el Tribuna Electoral, al sacar del escenario a Ricardo Martinelli, aparece el resurgimiento de Realizando Metas, con el discurso que a pesar de que robaron  y casi desaparecen al Estado, hacen más de diez años atrás, pero hicieron, tratando de justificar la autoría del latrocinio más grande que conoce nuestra historia, y justo a las otras dos administraciones que siguieron, ahora nos dejan una deuda pública que alcanza los 55 mil millones y un déficit fiscal que casi alcanza los 4 mil millones de dólares, mismos que tienen postrados al país en estos momentos y que sin duda afectará más sensiblemente a los menos privilegiados del país.

La Asamblea futura de por sí, estaría embarrada en chanchullos de todas clases, desde su misma composición. Muchos de los que ostentarían el cargo, llegarían allí en virtud de ejercer actos antijurídicos, típicos y culpables, es decir delitos electorales, por lo cual resultarían en delincuentes. Así ostentarían el cargo por repartir materiales del Estado, lo cual es delito electoral, repartir dineros provenientes de operaciones oscuras, en donde se facturaban los bienes y servicios, pero los mismos nunca se entregaban a pesar de actas falsas que simularían la entrega y esos dineros y de otras dudosas fuentes servirían para comprar literalmente los votos para adquirir la curul que hoy pretenden. Envilecer al pueblo, jugando con las amplias necesidades que padece, es perverso y criminal.

Envuelta entonces en esos lodos, la Asamblea Nacional es altamente vulnerable al rejuego con el ejecutivo que surja que, es quien asigna y administra el dinero de las partidas de descentralización, el cual nos ha llevado a la laguna estigia donde estamos los panameños.

Decía Belisario Porras Barahona, gran líder nacional y forjador de la institucionalidad pública panameña, hace más de cien años que: “Se nos atribuye a los panameños la característica nacional, de no ganar ni perder reputación, y esto es realmente triste, porque en materia de honra hay que distinguir entre quien la tiene, quien la ha perdido y quien no la ha conocido jamás.”

Muy a pesar de que muchos creen que andar revuelto con el lodo de la corrupción, no representa ninguna afrenta ni vergüenza, hay muchos panameños, no obstante que, sí piensan que el país y los panameños merecen andar por mejores senderos que los que trillamos.

La Dirección del PRD, igual que el resto de los partidos políticos, casi todos quedaron enredados en las patas de los caballos con la minera First Quantum Minerals y los candidatos de por lo menos cuatro ofertas electorales son abiertamente pro minera, han dicho que, a pesar del fallo de inconstitucionalidad del 27 de noviembre pasado, estarían dispuestos a renegociar con la minera para continuar por el desastre en que nos metieron a causa de las treinta monedas en que nos vendieron.

No será fácil para el PRD, a estas alturas, faltando solo mes y medio para el proceso electoral, darle credibilidad a una política como para hacer suficientes méritos y que el pueblo acceda a permitir otros cinco años de endeudamiento, genuflexión y frustración generalizada, no solo en la sociedad, sino en el propio partido, que desencantados, buscan ahora en forma desesperada, una alternativa que no los avergüence.

El PRD, inició su vida, vigoroso, antioligárquico, revestido de patriotismo, de nacionalismo, de torrijismo y como vehículo legítimo de la lucha popular, era defensor de una política internacional no alineada, pero al pasar los años, sucumbió ante la corrupción, ante los vicios y la virtud fue proscrita. No se midieron a las personas por lo que eran y representaban, sino cuanto tenían, no importando cómo y así orillaron una esperanza al borde de su propia sepultura, porque los traidores tejieron deliberadamente, con su ambición desmedida, la mortaja que, solo falta un poco más de mes para imponerla. Porque la dignidad fue traspuesta y trajeron a cambio un gigantesco estandarte de genuflexión escandaloso, que si Torrijos se levantara por un instante de su tumba, saldría corriendo nuevamente a entrar en ella, porque no aguantaría tanta ignominia.

¡Así de sencilla es la cosa!

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