Por: Gonzalo Delgado Quintero
Con la salida de Donald Trump y la entrada de Joe Biden a la Presidencia de Estados Unidos, personalmente creí que las cosas cambiarían un tanto más favorable y que esa política exterior intervencionistas y casi fascista impulsada por el reemplazado y prácticamente expulsado huésped anterior de la Casa Blanca, iba a ser diferente.
Sin embargo, parece ser que con ciertas diferencias cosméticas, todo será igual de acuerdo al librito de la diplomacia norteamericana. Y podemos agregar que como se ven las cosas, todo será peor para América Latina.
Como cosa cíclica todo retorna al punto inicial. Cabe decir que estamos en las postrimerías del gran ciclo estratégico conocido en el principio, con Ronald Reagan, como la Agenda Democratizadora Global, que después de las últimas casi cuatro décadas de haber iniciado su paso arrollador, está agotada, fracturada y en muchas regiones del mundo, como en Medio Oriente, ha tenido que salir de la escena política, forzada por las circunstancias generadas debido al rechazo absoluto.
Muertos de miedo, volteando la cabeza, enseñando los dientes y tirando sus tarascones pero huyendo de recula como perros con el rabo entre las patas, han tocado su retirada cobarde. A lo mejor consiguieron lo único que en verdad les interesó. Los recursos minerales que posee esta región. Sería cuestión de buscar la información sobre quiénes o qué compañías, hoy, manejan el petróleo, el gas o cualquier otro recurso que hay en estos países.
El total fiasco de su política exterior, el desgaste que ha tenido debido a los conflictos y el frustrado hecho de no haber conseguido todo lo que querían y de verse obligados a salir de Oriente Medio, por lo menos su presencia, con Biden ahora, la política exterior de Estados Unidos, retoma su relación más directa e intervencionista en Latinoamérica.
Los recientes acontecimientos en algunos países como Cuba, es fiel reflejo de tales acciones que siguen los modelos adecuados a nuestros tiempos, del Documento de Santa Fe. Allí, sobre el pueblo y gobierno cubano se está desarrollando o al menos se trata de replicar en este momento, acciones de guerra de baja intensidad.
Estos modelos (Documento de Santa Fe) aplicados por Estados Unidos aún mantienen vigentes sus objetivos. Entre ellos, lograr el triunfo de gobiernos dóciles con poca capacidad de gestión y sometidos a las indicaciones de asesores estadounidenses.
Dichos asesores políticos y económicos nos imponen, si es contraria a su receta, la supresión de la base normativa existente por una acorde a sus reglas a través de reformas bajo la estructura neoliberal, para la fácil inversión estadounidense – europea. Con tales fines, se desintegran las economías nacionales y las empresas de producción local. Ese criterio político y económico se le conoce como el Consenso de Washington..
Igualmente, en la parte político – ideológica la estrategia contempla el debilitamiento de la posición de intelectuales izquierdistas o de personalidades contrarias a Estados Unidos (EU) y ofrecer todos los espacios posibles, en los medios de comunicación, en los partidos, en las Organizaciones no Gubernamentales, creando organizaciones y movimientos independientes, pero a favor de sus políticas y finalmente, consolidar la nueva figura conocida como populismo de derecha, cuyo objetivo de lucha no es el cambio de las estructuras existentes sino la mantención del status quo neoliberal, llevando como estandarte (al estilo goebbeliano) una sostenida crítica, un solo objetivo, un enemigo único, bajo el método aplicado para tales fines de la reiterada denuncia contra la corrupción sea esta cierta o no.
Finalmente, quedan dos elementos de la estrategia USA. Uno es el debilitamiento a través de la transculturización, de las bases culturales de los pueblos, sus tradiciones y costumbres (reemplazar). Además, aprovechar la lucha contra el narcotráfico impuesta a todos los Estados, para fortalecer la presencia militar estadounidense, crear estructuras dentro de los ejércitos nativos y financiar a grupos paramilitares que más bien tienen como objetivos reprimir a los movimientos sociales y de izquierda como está sucediendo en Colombia con los asesinatos selectivos después de que se declaró el cese de hostilidades entre el Estado y la Guerrilla en los tiempos del Presidente Manuel Santos.
Estados Unidos nuevamente en el 2021 del siglo 21, voltea la mirada a su traspatio desde que en 1983, con su operación Furia Urgente, intervino militarmente en Granada y después con su operación Causa Justa en 1989, lo hizo en Panamá.
Expertos dicen, que con estas dos intervenciones militares (Granada – Panamá), Estados Unidos simplemente se estaba preparando para el desarrollo de su Agenda Democratizadora Global, en el desarrollo de los lineamientos del Consenso de Washington que ya aplicaba bajo los esquemas establecidos en los Documentos de Santa Fe, señalados.
Ya para 1991 se había desarticulado la Unión Soviética. Quedaba reinando una sola posición comandando el destino del mundo. Rápidamente se intensificó la influencia diplomática, la expansión del modelo económico (neoliberalismo), incluyendo sobre todo, a los países de Europa del Este, meses antes parte de la URSS. George Soros y Jeffrey Sachs manejaban la avanzada política y económica y aplicaban el “salvataje” en dicha región.
Pero también para ese año, las cosas no se detenían en lo que ya se había logrado con lo sentenciado por Ronald Reagan de “terminar con la URSS”. Igualmente en ese año, en su brutal expansión y sin que nadie pudiera detenerlo, Estados Unidos impuso intervenir al Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU) y al Tratado del Atlántico Norte (OTAN) que culminó con la operación Tormenta del Desierto.
Luego siguió Somalia en 1993, a quien se le aplicó la operación Restaurar la Esperanza. La ONU una vez más se prestaba a las políticas extraterritoriales de EU. Después le siguió la entonces Yugoslavia sancionada por la ONU, en donde la OTAN, desde su creación realizó la operación militar a gran escala más grande de su historia. Esa guerra provocada por las grandes potencias que venía desde 1992 tuvo oportunidad para que la OTAN encabezada por USA, desarrollara la operación Fuerza Deliberada en 1995, en la que los serbios de Bosnia fueron sometidos a punta de bombardeos aéreos por los aviones de la OTAN.
En los casos de Afganistán y Sudán en 1998, el ataque de Estados Unidos fue unilateral con su operación Alcance Infinito a objetivos de Al Qaeda, en Afganistán, allí dejó caer después la “Madre de Todas Las Bombas”. En Sudán lanzó misiles a una fábrica que supuestamente producían armas químicas, por cierto y como en Irak, jamás fue comprobado.
En 1999 nuevamente en Yugoslavia, en la guerra de Kosovo iniciada en 1996 y después que no se cumpliera la retirada de las tropas serbias de Kosovo en 1999, EU comenzó la operación Fuerza Aliada con un ropaje de ayuda humanitaria. Luego, en el 2001, en Afganistán nuevamente, después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de ese año, cuyos motivos dicho por EU son hartos conocidos. Este conflicto se mantienen hasta el presente.
Vino después la intervención sobre Irak en el 2003, sin autorización de la ONU. Los asignados por EU presentaron pruebas falsas con la intención de engañar sobre la fabricación de armas químicas de destrucción masiva que supuestamente desarrollaba este país que lideraba Saddam Husein, terminando con éste ahorcado después de la operación Libertad Iraquí. En el 2011 fueron retiradas las fuerzas militares de EU en Irak.
En el escenario se mantienen desde 2002 hasta la actualidad los conflictos generados en Somalia, Yemen, Irak, Siria, Sudán del Sur, Afganistán y Pakistán. Sobre todo, las reiteradas críticas de la ONU contra EU y su actitud displicente con la modificación del bombardeo con drones (aviones no tripulados) por parte de Estados Unidos contra estos objetivos
En el 2011, la OTAN actuó en Libia Contra Muammar Gaddafi, aupando grupos de la Oposición terminando con la muerte del líder libio en ese año. Desde entonces, las fuerzas invasoras se apoderaron del petróleo y Libia pasó de ser un país próspero a una regresión medieval donde en las plazas se exhiben a personas para ser mercadeadas como esclavos.
Al final lo que preocupa es el futuro de los pueblos de América Latina, de toda la América y del mundo entero. La lucha por la hegemonía, el nuevo orden global, el surgimiento de nuevas fuerzas militares y económicas beligerantes (China y Rusia) y el debilitamiento de los modelos de otras (EU-UE), ponen en el tapete de la escena mundial una crisis mayor, más allá de las debilidades y fortalezas que ha evidenciado la pandemia de la Covid – 19, en el entendimiento de que el resquebrajamiento estructural existía y que solo fue acelerado por esta crisis sanitaria.
América Latina con todas sus riquezas nuevamente retrotrae la atención de las grandes potencias y Estados Unidos que como el perro, “vuelve y jala el cuero”, y peleará a sangre y fuego su último reducto que necesitará controlar como única forma de reflotar su economía a partir precisamente de esos grandes recursos que posee a lo largo y ancho nuestra amerindia, Latinoamérica.
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