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Tres Eventos Peligrosos Están Sucediendo En Panamá

 

por Gonzalo Delgado QuinterO

 

 

Panamá está bajo el asedio militar y diplomático norteamericano. Igualmente, ante un posible estallido social por el contrato con la First Quantum Minerals y, ahora, también caen las declaraciones de la calificadora de riesgos Fitch Ratings. Como siempre, pretenden llevarnos con un narigón. Engaños tras engaños nos han llevado a la situación actual.

Qué está sucediendo en diversas regiones del mundo cuando hay 61 guerras en la actualidad y acá, de manera sesgada, de la que más o menos sabemos es sobre la que se escenifica en Ucrania. Pero acaso sabemos realmente, sobre lo que esconde y sobre quiénes están detrás de este conflicto; por qué precisamente, allí, en Ucrania, al lado fronterizo de Rusia.

Qué se sabe realmente del retiro de Estados Unidos de Afganistán, acaso repentinamente se arreglaron los problemas en este país, y ya los talibanes no son, como decían, un peligro. Simplemente, la estrategia fue cambiada y finalmente, aplicaron su propia regla de que sean otros los que peleen y ellos venderles armamentos.

Pregunto solo eso, porque de las demás guerras, nada, y no porque carezcan de importancia, sino porque en nuestras latitudes, los medios de comunicación de este lado, nos tienen en oscuridad total y sin el mínimo interés de informar sobre lo que está ocurriendo. Total, para que van a informar de algo que los mismos dueños del poder económico y por tanto de los medios, han provocado o son parte importante de los mismos.

La demagogia ha provocado la tensión actual y es buen caldo de cultivo para radicales conflictos aún peores, y con la posibilidad de propiciar además,  enfrentamientos entre los diferentes países de nuestra zona. Ya trataron de hacerlo hace pocos años atrás con Colombia y Venezuela. Hacia allá nos quieren conducir. Eso es un tema cíclico.

La reedición de la diplomacia de la guerra y de las dictaduras militares de Henry Kissinger, nuevamente salen a flote como estrategia al buen estilo del Plan Cóndor, que intentan retornar a una América Latina izquierdeada. Y por eso ya vemos, con el olvido de la historia, incluso la reciente, cómo de nuevo, surgen y se vuelven populares, figuras fascistoides en el ámbito político/electoral, como siempre, con sus discursos altisonantes y descalificantes. Un radicalismo, debidamente estudiado a partir del criterio metodológico goebeliano.

Así comenzamos a observar a Volodimir Zelenski y miren como aupado y respaldado por occidente hasta donde se ha llegado. En nuestra América Latina recientemente vimos la actuación de Jair Bolsonaro en Brasil y lo que le hizo a indígenas y campesinos y ahora, surge la figura de Javier Milei en Argentina, con motosierras levantadas en lo alto, al estilo hollywoodense de La Masacre de Texas. Muchos también hablan de Donald Trump, como un fascista, pero creo que los autoproclamados demócratas que ahora tienen a Joe Baiden en la presidencia, son incluso más peligrosos, porque son ciertamente, el verdadero poder político y económico global y al final, en realidad, son quienes han provocado en los últimos 40 años o más, las diversas guerras de nuestros tiempos, como una estrategia de mantener su hegemonía mundial unipolar.

Gran parte del mundo y por supuesto, a pesar de lo que se diga o de los gobiernos que dicen ser de la izquierda del siglo XXI, aun así, están bajo el sometimiento imperialista de Estados Unidos, que aplica la estrategia política de imponer la hegemonía territorial con la visión global de su seguridad nacional. De una económica a fuerza de estas calificadoras que en el fondo a lo que obligan es a pagarle al Fondo Monetario, al Banco Mundial y las demás agencias crediticias, sobre nuestros países por la fuerza o por el abuso de ventajas e influencias. Ahora muy de moda a través del modelo económico neoliberal respaldado por ese supra poder.

Panamá no es la excepción, porque desde hace ya más de 30 años, después de cumplida la genocida misión militar norteamericana de la invasión de 1989, se le ha impuesto tal modelo y parece ser que somos, como país, una especie de plan piloto de los gringos, desde donde emanan las diversas acciones y actividades políticas, económicas, diplomáticas y militares para el resto del continente.

Además, nuestro territorio mantiene aún todas las instalaciones, al menos las necesarias, para cualquier avanzada, ya sea desde y hacia la frontera con Colombia o desde y hacia Costa Rica.

Hay un sinnúmero, pero referiré solo tres eventos peligrosos que están sucediendo al unísono en este momento en Panamá. Y lo peor es que el gobierno no impone respeto con criterio soberano y claridad tecno política en la gestión que lleva a cabo, sobre todo, en lo referente a sus relaciones exteriores y contractuales. Lo primero es la intromisión de la embajada estadounidense y las acciones conjuntas no explicadas de los militares norteamericanos en diversos puntos del territorio nacional; un segundo problema que se mantiene, incluso el más visible, viene a ser la posible aprobación del contrato minero con la First Quantum Minerals y no por casualidad, ahora, también nos caen las recientes declaraciones de la calificadora de riesgos Fitch Ratings que nos dice a los panameños qué debemos hacer, cuando ella es solo otro tentáculo del mismo monstruo que busca engullirnos.

El kraken es ese imperio que sigue siendo el mismo calamar gigante monstruoso que emerge de las profundidades para hundir a todos aquellos países que como barcos están en medio de la incertidumbre nocturnal navegando en aguas agitadas y tormentosas. El cuerpo del monstruo es ese modelo satánico y perverso llamado neoliberalismo que mueve sus diversos y poderosos miembros, arrancando la esperanza de progreso y bienestar de millones de personas.

Es el mismo imperio que está detrás, pero con el respaldo de sus adláteres en esas más de 60 guerras de las cuales quiere coronar solo una: la de Ucrania. En tanto, retoma posiciones en América Latina, para lo cual, su punto geoestratégico y logístico es Panamá.

Esa es la realidad inmediata. ¿Qué hacer? No hay de otra, la lucha en las calles es la primera opción, al menos en este preciso momento, para hacer frente a estos tres peligrosos eventos intervencionistas que lesionan nuestra soberanía y que si nos descuidamos nos puede conducir nuevamente a ser, de manera degradante, esa caricatura de nación que fuimos antes y que nadie respetaría.

El autor es periodista, escritor y analista

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