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Se nos fue Olaciregui, como siempre, sin despedirse

Por Gonzalo Delgado Quintero

Conocí a Luis Aguilar Olaciregui hace más de 40 años. Entonces, lo fue en la militancia, en esa búsqueda constante de justicia social, coincidiendo cada uno a su manera y aportando indistintamente a la misma causa. Tampoco teníamos una amistad acendrada, entonces, pero nos conocíamos. Después, nos veíamos quizás con dejos de nostalgia de saber que aquellos tiempos de agitados quehaceres sociales no volverían; sin embargo, seguíamos asistiendo, como siempre, pero con mayor intensidad después de la invasión, a algunos sitios donde se podía conversar amenamente e intercambiar ideas sobre el futuro. Allí, si ya, surgió la amistad natural y conceptual.

En esos lugares siempre fue un contertulio preeminente, muy bien escuchado; bueno, se traba de Olaciregui; sobre todo, en esas reuniones informales que con asidua presencia manteníamos en El Volcán antes de la trágica pandemia y después hasta el presente, en la Tom Si, donde se conversaba sobre diversos temas. El maestro era alguien que contribuía y enriquecía las sanas y a veces acaloradas discusiones, en esas largas tertulias que dejaba huérfanas, cuando, como casi siempre, se levantaba y se marchaba sin más.

El lienzo de Olaciregui, sostuvo principalmente lo abstracto, con énfasis en el expresionismo abstracto y el abstraccionismo cinético. En este punto es lo único que podría decir, por mi confesada ignorancia sobre el tema; pero su obra se caracteriza por el uso de grandes pinceladas, tanto al óleo como al acrílico, y una paleta de colores vibrantes que buscan transmitir emociones y sensaciones, como él mismo explicaba en una producción fílmica que sobre sus aportes, le hizo el Grupo Experimental de Cine Universitario GECU, en Calidonia.

El maestro era controversial y con ánimo a la disputa ideológica. Y parece ser que, así como debatía, también hizo de su arte una contienda pública, continua y prolongada. Pero Olaciregui tenía muchas cualidades más allá de su principal quehacer pictórico; él era afectuoso, considerado y cortés con los demás; siempre amable y dispuesto a hacer, como inspirado en una especie de consigna invariable de su conducta, un ambiente positivo a su alrededor con calidez, consideración y respeto activo, actuando con distinción, nobleza, generosidad y sincera lealtad.

Para analizar una obra de arte abstracto, es crucial enfocarse en sus elementos visuales que se presentan en el color, forma, línea, textura y todos ellos, cómo interactúan para crear una composición. Además, es importante considerar el contexto del artista y su intención, así como las emociones que la obra evoca en el espectador. De esa manera fue Olaciregui, como persona y artista. Un hombre comprometido con su generación y las venideras. Olaciregui dejó su legado individual y como pintor.

El autor es periodista, escritor y analista

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