PAUSA: GOBIERNAN TIBURCIO Y DOMITILA

Lic. Víctor Collado S.

Llegó lo que tanto esperábamos y estamos a la mitad del jolgorio. Empapados de agua y con el aguardiente haciendo de las suyas. Bailando al son y manera que nos pique la soberana gana. Tarareando las canciones que se nos antoje sin conocerle una sola letra. Y adueñándonos de los parques y las calles como súbditos ingobernables en desbandada, hasta que el cuerpo nos insinué que no aguanta un minuto extra.
Hay tantas maneras de gozar los carnavales como telas de colores para cortar. No critico a nadie por la manera que prefiera. Y aunque ya no los disfruto como en los tiempos de la avenida central, aquellos que se refugian en tareas caseras, retiros religiosos o haciéndole compañía al murmullo monótono de las olas arrimándose a la orilla, honestamente lo lamento porque ellos, aunque se lo imaginen, no saben de lo que se abstienen. Los años regresan porfiados pero no para ser iguales. Aunque el concepto de carnaval se repite, sí cambian los detalles y modalidades. Nunca ha dejado de ser una marcha de máscaras, trueque de roles e inversión de normas, como hace no menos de 5 mil años, según los datos saturnales de la antigua Roma.
Lo único que hace rato nos está desgraciando los carnavales en Pmá, son:
…. los desesperantes retenes de la policía en horas y lugares inoportunos e insufribles
….las malaventuradas autoridades locales empeñadas en agriarnos la parranda con ordenanzas estúpidas e ilógicas, y
….los Agentes de la Policía motorizados disfrazados de guerra que no se ahorran tiempo para restringirnos el derecho a divertirnos como Dios manda.
Pero como lo anterior no es suficiente para fastidiarnos, nos llega el tiempo, ese elemento indetenible que indica que todo termina en 4 días agotables pero inmedibles en gozadera, que nos dejan a la espera que pasen 12 meses para retomar el carnaval de 2026 para gozar como nos lo merecemos.