
Victoriano Rodríguez Santos
No somos un país pobre, tenemos un país empobrecido producto de la corrupción. El mal manejo de los fondos públicos, aprovechamiento de los recursos del Estado, enriquecimiento injustificado de políticos y gobernantes inescrupulosos, generalmente malos empresarios, que han hecho de nuestro territorio finca de esclavos mentales.
Gran parte de la población volvió a equivocarse, votando por candidatos de partidos políticos tradicionales, aun cuando fueren nuevos o jóvenes. Son la misma cofradía y se deben al mismo patrón. La mejor prueba es el rechazo al proyecto de ley anticorrupción en la Asamblea.
Las críticas que pronunciara el presidente José Raúl Mulino, contra el proyecto presentado por el Procurador General de la Nación, casi pudiera decirse que fue una instrucción a los diputados para su rechazo. Pudo ser la interpretación a su negativa a tal aprobación. De ser así, un órgano del Estado está imponiéndose sobre otro y cuidado que también con el otro.
El perro fiel aún no ha comprendido que nadie que sirve a dos amos, puede quedar bien con ambos, máxime cuando existe marcada contradicción entre ellos. Quien lo hace pudiera tener un destino “halagado o colgado”. A la postre pudieran devolverle la moneda inversa, por uno de ellos o por ambos.
Mateo 6:24 indica que quien sirve a dos amos odiara a uno y amará al otro (tratándose de Dios y el dinero), pero que sucede si en nuestro mundo político de personas físicas no se ama a ninguno, pero ¿y si se aprovecha de ambos?
Entre los codiciosos y el ladrón, tenemos la gran corrupción. Por eso publicamos la oración del corrupto, que reza así: “Señor no te pido que me des, sólo ponme donde hay, de lo demás me encargo yo”. Así se han nombrado muchos, ¿o no?
Algunos sueñan con revolcarse en la salsa de la corrupción, porque tenemos gobiernos que encubren corruptos, máxime cuando forman parte de la misma cofradía y nuestras leyes evasivas, indiferente para políticos y empresarios, pero rígidas para el resto de la población.
Conocimos muchos en nuestros años de brega, esos corruptos ambiciosos que buscan y hacen de todo porque quieren subir, tener, escalar fortuna pisando al que puedan. Empobreciendo y destruyendo a la población, especialmente la más pobre, de áreas rurales, campesinas y aborígenes.
No somos un país pobre, tenemos un país empobrecido producto de la corrupción. ¿Nos unimos en la lucha o nos resignamos a vivir en la miseria? Soy el hijo de Juana. Dios te salve, Panamá.
Economista, educador, máster en Recursos Humanos.
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El Periódico de Panamá Revista de Análisis Político, Económico, Social y Cultural.