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Nuestra Época Y Sus Cambios  


Juan Carlos Mas C. 

He asistido a muchas sesiones de análisis para caracterizar nuestros tiempos, en ellas se discutía sobre si la nuestra era una época nueva o era más bien una de cambios dentro de la misma época. A veces esas discusiones eran antinómicas porque se precisaba una visión esquemática en la cual se pasaba de un sistema capitalista a uno socialista, olvidando sistemáticamente que la realidad está preñada de situaciones en la cual un régimen lleva en sus entrañas el modelo de su propia sustitución. Tal controversia la podrá percibir el lector, convertido en analista, cuando trate de explicar la lucha entre poderes mundiales: uno el expresado en la dominación ejercida por la anglo esfera, y el otro, el asiático que lleva en su vientre dos modelos que sobreviven en convivencia y mutuo soporte dialéctico.

Superando estas disquisiciones conceptuales, que escribo sospechando que son demasiado espesas, pretendo utilizar otro estilo argumental.

Habrá estado el lector en la playa, de pie en la bajamar, mientras el flujo y reflujo del agua retira la arena que está bajo sus pies; piensa que está en el mismo lugar, pero la arena que lo sostiene cambia incesantemente. El suelo ya no es el mismo.

De igual forma asistimos cada uno de nosotros al cambio que se experimenta en el marco general que da encuadre a nuestras vidas, la de nosotros y los demás congéneres, y no percibimos que, aunque las mañanas empiezan igual y las noches culminan las jornadas en forma similar, ya no se trata de las mismas páginas en el libro de nuestras vidas; es que no podemos, desde nuestra pequeña inmediatez, percibir el cambio de época.

Es difícil precisar los cambios de época, citemos como ejemplo que los historiadores ponen fin a la Edad Media con la caída de Constantinopla, porque era el reducto final del Imperio Romano nacido en la Antigüedad esclavista, pero entre la caída de aquella ciudad y la expansión de las fronteras del mundo, gracias al descubrimiento de América pasaron cincuenta años de transición.

Cuando la reina Isabel, Fernando y Cristóbal Colon suscribían las capitulaciones de Santa Fe ambos lo hacían sin percibir que el mundo medieval estaba quedando atrás. No obstante, con la incorporación de América al esquema de producción y comercio mundial se sentaban las bases de un sistema de capitalismo colonialista, devenido en imperialista, que ha tenido vigencia en nuestras vidas, adaptándose para asumir el reparto de Asia con las guerras del Opio a mediados del siglo XIX, y África mediante la conferencia de Berlín en 1884, o mediante los protectorados estadounidenses impuestos púdicamente a Latinoamérica en el siglo XX, es decir modernizándose y reviviéndose a sí mismo hasta el presente momento en que se escapa de las manos de los hegemonistas convertido en polvo cual la piel de zapa de Balzac.

Dejando atrás la recapitulación del párrafo anterior insisto en la dificultad de caracterizar el propio momento en que se vive; citemos como ejemplo que cuando estalló la segunda guerra mundial ya el mundo tenía seis años dentro del conflicto, pero las gentes de distintos ámbitos los sentían lejanos. Tanto es así que un lector de diarios en Nueva York podría haber estado leyendo los partes noticiosos sobre “la guerra en Europa” sin sospechar que él mismo estaría inmerso en esa guerra que le parecía ajena y lejana.

Igual situación se puede estar configurando en el momento presente, en el cual hay un ambiente de guerra globalizable a partir de múltiples focos de conflictos locales no extinguidos (Balcanes, Nor-Africa, África subsahariana y Ucrania, pero que amenazan con confluir en un solo gran incendio

En este sentido opino que el reciente encuentro ruso chino es un parte aguas del mundo que está naciendo que ha de operar como un cortafuego del gran incendio que todos tememos.  Un buen caricaturista podría dibujar el mapa de Eurasia con dos colosos sentados sobre el mapa, espalda contra espalda, protegiéndose mutuamente y a su entorno.

Dentro del gran acomodo, también las personas como actores de la política, pretenderán estar dentro del movimiento de los cambios. El que no lo hace se quedará atrás.

El Autor es médico, analista y escritor.

 

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