No Me Lo Contaron. Lo Viví.

Por Ramiro Guerra M.
Abogado y cientista político

Verlo caminar por Calidonia y la Central hacia el parque de Santa Ana, no era una casualidad; era su estilo de gobernar.

Ese día, vestido con una camisa estilo guayabera, Omar Torrijos, acompañado del presidente, arquitecto Don Basilio Demetrio Lakas, saludaba y dialogaba muy entusiasta con el pueblo.

En una ocasión algo parecido hizo lo propio en Colón. Se fue a la playita. Sorprendió a una señora que se fajaba con el fogón, para tener listo el almuerzo. Omar, se quedó allí plantado, esperando que la comida estuviera lista; afuera la gente contenta con la visita del general.

Reitero, no se trataba de teatro, sino que estaba convencido que, ese método le permitía calibrar que pensaba la gente. No le temía a la crítica. Díganme lo malo que lo bueno ya lo sé.

Recuerdo cuando el rector de la Universidad, Dr. Rómulo Escobar, invitó al Centro de estudiantes de derecho, a la inauguración de la carretera Barú – Progreso. Después del evento, fuimos a dar a las oficinas del sindicato. Allí estaba Omar Torrijos y su gran amigo, casi un hermano, Martín Cano, secretario general del sindicato. Martín Cano, no sabía leer ni escribir, pero era un hombre de principios y valiente como pocos.

Se dió inicio a la reunión de los estudiantes del CED, partimos por delante. Críticos al régimen.

Gerardo González intentó interrumpir la intervención del presidente del CED, creo que era Egbert Wheterborne. Omar, rápidamente imprecó a don Gerardo González y le dijo; Gerardo, deja hablar a los muchachos. Hay que escucharlos.

Ese era el general Omar Torrijos. Gobernantes como él, es lo que demanda el país.

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