Por: Ramiro Guerra M. Abogado y Cientista Político.
Al pueblo le cuesta entender que, organizado, es capaz de emprender desafíos que lo coloquen como el real artífice de su liberación y de las cadenas que lo atan y condenan a una suerte de paria en su propio hogar, la nación que lo cobija.
Sus esperanzas la cifran en un líder, caudillo o un mesías, que ha de aparecer y pondrá fin a su tragedia. Un salvador que traerá felicidad y que habrá de derrumbar los cimientos del viejo sistema que asfixia y frustra anhelos de liberación, libertad y justicia.
Nuestro país ha transitado estos procesos que dan cuenta de toda una cultura mesiánica. Nuestro pueblo anhela que, en el firmamento político, emerja una personalidad tipo Omar Torrijos, que propicie nuevos correlatos de cómo administrarse la relación poder – pueblo, en un escenario de real participación en los asuntos de la democracia y el poder.
El mesianismo está arraigado culturalmente en la conciencia de nuestro pueblo. Lo que obliga a trabajar a fondo una suerte de pedagogía de la libertad tal suerte que se entienda, que un pueblo organizado, lo hace sujeto constructor de su propio destino.
Lo anterior constituye todo un desafío, en el sentido de crear una conciencia popular de la autorrealización, que lleve la necesidad a convertirla en libertad y justicia social.
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