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LA PELEA ES PELEANDO.|


Por: Gonzalo Delgado Quintero

Victoriano Lorenzo nació en la provincia de Coclé en 1867 y falleció fusilado después de ser vilmente traicionado y condenado en un juicio amañado, en manos  de sus propios enemigos de guerra en la ciudad de Panamá en 1903. El Cholo Victoriano fue un gran estratega, considerado el primer guerrillero de América del siglo 20, líder carismático del movimiento indígena panameño, defensor de los humildes y desposeídos.

Su muerte fue el resultado de haberse alzado contra el poder central de Colombia, cuando el territorio panameño no era aún independiente. Su temprana participación en las activas acciones de protesta, fue producto de las injusticias e iniquidades cometidas por la autoridad déspota local contra la población indígena;  los populares «cholos», a los que la tiranía colonial provinciana, apoyada por el conservadurismo del poder central colombiano, le imponía el mismo trato que a las bestias de carga.

El “Cholo” Victoriano Lorenzo desató la rebelión y encabezó con todos los originarios que vivían en las serranías coclesanas, su marcha a la eternidad. En la ocasión tomó parte activa en la Guerra de los Mil Días, un conflicto armado que sobre todo fue una disputa entre liberales y conservadores y que trajo consigo la independencia de Panamá vista bajo el foco de la lupa imperial de Estados Unidos en su época de expansión.

Victoriano fue siempre un defensor de los derechos nunca reconocidos por el poder colonial, y tal circunstancia lo llevó a combatirlo con feroz decisión bajo el pensamiento llevado a la práctica de  que “La pelea es peleando”.

Cuando Victoriano y todos los cholos, los temidos guerrilleros montañeros, se sumaron a la contienda atraídos por las promesas de tierra y libertad. Una de las consignas que fue la gran motivación del movimiento del liberalismo panameño, nunca se consiguió.

Lorenzo, el cholo guerrillero, ejercía una gran influencia desde sus primeras reivindicaciones de justicia e igualdad, no solo entre los cholos, sino que se convirtió en uno de los cabecillas más peligrosos y temidos que pudo atraer cada vez más a sus filas, al resto de los desheredados y sin voz, de los segregados, apartados y olvidados en los cerros de la cordillera central, en el mismo corazón de la patria.

Por su valentía, coraje y ejecutoria fue reconocido con el grado de general del Ejército Liberal durante esa guerra civil que se prolongó por espacio de tres años, iniciada 1898 y concluida en 1902. Victoriano fue traicionado en su buena fe, traído con el engaño de la falsa promesa para luego asesinarlo precisamente cuando las cornetas del cese de hostilidades eran tocadas. La decisión final de su muerte salió del Wisconsin, ya al final de la contienda, el General Victoriano Lorenzo fue apresado y condenado a morir frente a un pelotón de fusilamiento.

De nada valieron las proclamas en defensa del guerrillero. La traición no solo fue contra Victoriano, sino contra todo el movimiento liberal y popular, fue contra la propia libertad y la justicia. Ni siquiera Belisario Porras fue escuchado. Había una consigna “maten a Victoriano”. El propio escritor Guillermo Andreve, y otros líderes liberales como Carlos A. Mendoza y Eusebio A. Morales, les fue imposible evitar esa injusticia en un momento que si bien marcaba realmente el fin de la Guerra de los Mil Días y nuestra independencia, también resultaba el inicio de una larga presencia extranjera  en la ocupación que mantuvo Estados Unidos en los 80 años siguientes al fusilamiento  en los paredones de la Plaza de Chiriquí el 15 de mayo de 1903, del heroico Cholo Guerrillero General Victoriano Lorenzo.

El autor es periodista, analista y escritor.

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