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La cultura de la impunidad

Por: José Dídimo Escobar Samaniego

 

Un amigo mío, el “Cholo García” de Gobea, en la Costa Abajo de Colón, deseoso de que yo estudiara y escribiera sobre el fenómeno de la cultura de la impunidad y ejerciera nuestro oficio desde la perspectiva de abogado y escritor, que tiene tanta responsabilidad social, no obstante que el periodismo en nuestro medio está circunscrito a abordar la agenda que los poderosos dueños de los medios les interesa proteger, me hace, sin embargo, una lista larga, de casos en los que en los últimos 15 años, juzgados de primera instancia, tribunales superiores, Salas de la Corte Suprema y el Pleno han exonerado caprichosamente de responsabilidad penal, civil y administrativa a gran cantidad de personalidades que se dieron gusto mandando con toda arbitrariedad, con toda antijuridicidad, y en desapego a reglas elementales morales y jurídicas, en lo que ha venido a constituirse en el engrosamiento de la cultura de la impunidad, porque nadie cree en que un juez o Magistrado enfrente la lógica del derecho y se jalen fallos absurdos, dejando a la intemperie la defensa de los intereses de la sociedad y del Estado, solo por mera inquietud académica, sino movidos por el peso de las monedas que tienen un sonido que seduce y opaca todo atisbo de integridad y de razón jurídica.

Hemos sido atracados inermemente, por miles de millones de dólares, y no hay nadie preso y todos los investigados, han encontrado algún portillo para burlarse de nuestra sociedad porque de todo lo robado, es una minúscula parte la que apenas se ha recuperado.

Esta es una sociedad donde solo se investiga a los más pendejos. En la cárcel están los que roban minucias, rateros de poca monta, el que atrapa una iguana, una gallina, un celular, el que lo sorprenden sin cédula. Los empleados del narcotráfico, pero, ni los verdaderos capos, ni los grandes blanqueadores de capital, ni los que han cometido inmensos latrocinios contra el Estado, los que roban millones, todos tienen medida cautelar y siempre encuentran un burladero, un juez, magistrado o procurador, un fiscal que propicia un burladero por dinero.

El Órgano Judicial, ha venido a amalgamar las piezas de esa cultura de la impunidad, que hoy tienen en una agonía profunda a todas las instituciones nacionales. El ministerio público, por ejemplo, que está obligado por Constitución a Defender los intereses del Estado, parece que su función fuera la de actuar con dejadez e indiferencia inaudita a los efectos de que se fragüe, contra el Estado, toda suerte de latrocinio y se exonere a quienes con ayuda, ventaja y alevosía asaltan el patrimonio de todos, que según entienden los perversos, por ser de todos, viene a ser de ninguno, algo así como “res nullius”, que es una expresión latina, que significa «cosa de nadie», utilizada para designar las cosas que no han pertenecido a persona alguna o han sido simplemente abandonadas, o sea, lo que no ha sido propiedad de ninguna persona o si lo fueron, ya no lo son.

El daño que todo esto le ha infringido a la democracia y a la sociedad panameña, no tiene nombre y por eso hoy están postrados miles de compatriotas, sentenciados a vivir miserablemente, en la más profunda pobreza y en donde la brecha de desigualdad social se ha ampliado, de tal suerte que, es insalvable, mientras que los que se apropiaron de los bienes públicos, los derrochan a sus anchas, cumpliendo aquel adagio popular que; “lo que no nos cuesta armémoslo fiesta”.

La Sala Tercera  de la Corte, todavía no determina si lo que es evidente, en cuanto a la legalidad de la ciudadanía de un candidato a la presidencia procede o permitimos que un ciudadano extranjero pudiera llegar a la presidencia de la república. Mientras tanto, el pleno tiene en sus manos la decisión de si es constitucional o no que el Tribunal Electoral designe un candidato a la presidencia o es el partido y sus miembros los que tienen ese derecho, decisión que debería realizarse por lo menos un mes antes de las elecciones. Todo esto contribuye al enrarecimiento del ambiente electoral, el cual puede constituirse en la gota que derrame el vaso y lejos de la paz que imploramos, se enardezcan los ánimos porque a veces la falta de decisiones oportunas, se convierte en combustible en tiempos en que los vientos de la confrontación arrecian.

Nuestra esperanza es que pronto, con la ayuda de Dios, llegue la hora del amanecer, y salgamos de esta noche oscura, y venga la luz, y toda maquinación quede al descubierto y no quede ninguna pérfida y criminal conducta, sin castigo y entonces podamos reconstruir el país digno que se merecen los hombres y mujeres decorosos de mi patria.

¡Así de sencilla es la cosa!

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