Rafael (Pito) Murgas, aquí con el General Omar Torrijos y su esposa Raquel Pauzner.
Hay hombres y mujeres que no se olvidan, porque dejan huellas en las minorías de los pueblos; visionarios, positivos, perseverantes, sin prisa, pero constantes. Uno de ellos fue Rafael Murgas, comerciante, político, pero sobre todo maestro.
Dueño de una cualidad innata para enseñar cosas, para transmitir ideas y con deseos sinceros de enseñar, llega a las Palmas, a la Escuela Agustín Ruiz. (Nombre de un maestro que murió ahogado).
De inmediato se integra a la comunidad, su elocuencia y vivacidad lo hacen ganar el cariño del pueblo; organiza eventos culturales, los desfiles patrios y las actividades deportivas adquieren mayor colorido y participación comunitaria.
(Allí conoce a una alumna, no siendo su maestro, quien años más tarde sería su jefe. Se trata de Florentina Polanco, quien, nacida en 1916, hija de Pedro Celestino Polanco y de María Higina Ramírez, cursaba para entonces cuarto grado ………). Desde muy chica, la señora Florentina quien hoy en día (2005) tiene 89 años, recibió clases de costura de parte de Juana Marcela Castillo.
Rafael Murgas, casado y con residencia en Santiago incursiona en el comercio y conjuntamente con el diputado Pablo Pinzón abren una tienda para vender mercancía seca, camisas y pantalones de trabajo. Lentamente el almacén Pinzón Murgas fue conociéndose en la Placita. Su popularidad iba en aumento y su forma de vender hizo que su círculo social se ampliará, por consiguiente, la pequeña tienda se fue transformando y ya en 1943 había diez costureras trabajando.
Murgas fue capaz de emerger y transformar su entorno dada su habilidad para crear símbolos que lentamente se irían convirtiendo en modelos de status y usarlos para comunicarse con otros. Una de las formas fue el convertirse en patrocinadores de la Revista Veraguas, bajo ediciones Cora en noviembre de 1943.
En 1944 se integra a la fábrica de Camisillas Murgas – Pinzón, Florentina Polanco. Con un horario de 7:00 a. m. a 6:00 p. m. de lunes a sábado, conforma todo un equipo de trabajo que fue dirigido por la Señora Ludodina Rodríguez, de Cañazas, quien era la que cortaba las camisillas. En la fábrica también había un sastre, de nacionalidad colombiana. Román Badolle, el encargado de cortar los vestidos y confeccionar los finos pantalones Lux.
Con rigurosidad empresarial, Murgas y Pinzón, viajaban a la capital para adquirir en el almacén La Villa de París de H. de Sola y Co., en la ave. Central, las telas (crea de hilo) tanto para las camisillas como para los vestidos y pantalones. (Posteriormente en este local se ubicaron los almacenes Félix B. Maduro).
El primer modelo (camisilla de penquitas) lucía en su parte frontal alforzas sencillas, llamadas en sus inicios “plumilla”, pues se dibujaban con una pluma. Consistían en sobres puestos a la tela con alforzas encontradas (muy parecidas a las pencas de palma) en número de cuatro espacios en blanco, alforzas encontradas, así hasta la basta de la camisa que abajo tenía dos dobladillos con la misma labor. Abertura a ambos lados (cuchillada) que coincidía con los bolsillos de los pantalones, al igual que botones de nácar para cerrar la camisa y los puños. Con el cuello abierto desde atrás, bajando el canesú, iban tres líneas de alforzas, pero en forma vertical. De fina tela blanca (crea de hilo) y con un costo de diez balboas su venta y uso fue privativo del grupo social que por ella podía pagarlos.
El intercambio simbólico caracterizado por el uso de una camisa en particular tiene una orientación socio – psicológica que intenta explicar y poner de manifiesto la relación individuo – sociedad; y entender el medio social donde el hombre es un producto tanto como un creador. Y eso precisamente fue el DIRIKÄ Murgas (maestro en lengua buglere) quien se inspiró en las pencas de pluma (JURAKÄ) para crear el primer modelo.
(Fue conocido, respetado, querido y bautizado entre los guaimíes como MAGINIANO TUGRI).
Inspirado en los dibujos propios de las NAGUAS (NAUN) (Batas) que utilizan las guaimíes, crea lo que se llamó en sus inicios el diseño piramidal o KUKWÄNBTA, que es un modelo de vestido (BISIRE) cuya característica es la secuencia de pequeñas cocaditas, fiel reflejo de la meseta (Blotu) o pico de cerro.
El segundo modelo de camisilla causó mucha más sensación pues el “tableteo” de alforzas fue encerrado en dos hileras de unas figuras geométricas (NGWITARI –Montaña) que las costureras denominaron cocaditas por su forma y tamaño.
Sin embargo, hay otros nombres que la tradición oral ha mantenido a saber: Piñas, dientes, piquitos y montañitas.
Esta camisilla llevaba “dientes” en la pechera, en la espalda y en los puños que no eran cerrados, tampoco tenía este modelo abertura a los lados. Siempre se mantuvo el cuello abierto.
La demanda fue tal que se instalaron máquinas industriales en 1950 para suplir los pedidos tanto de los pueblos vecinos como de la capital.
Este modelo recibió el nombre de “Cincuentenario” (diseño pirámidal) y presentaba doble ojal por si el dueño usaba botones de oro.
Con frecuencia se usó el hilo torzal por lo recio que es para bordar ojales; y las piñas eran rematadas con puntada de escapulario. Para el cuello: Punto de espiga.
El sobrepuesto, tanto en la pechera como en la espalda, tenía un borde que se remataba con un punto de festón de derecha a izquierda (a caballo) sobre el borde y perpendicular a las “penquitas”. Para este modelo se usó la CRETONA – marca EVERFAST cuyo precio era de B/ 0.90 la yarda y era vendido en el Bazar francés, ubicado en la Plaza de Sta. Ana. El costo de la camisilla era de B/ 25.00.
Sacerdotes, obispos, políticos y presidentes con frecuencia llegaban a encargar la Camisilla de Veraguas, la creación de un hijo del pueblo, un hombre con mucha visión de futuro que quiso en su momento destacar la identidad cultural de la provincia mediante el uso de una camisa y que siempre fue apoyado por un grupo de entusiastas costureras que disfrutaban cosiendo las ideas que dibujaba en un papel Rafael Murgas, cariñosamente llamado ¡Pito – Murgas!
La Camisilla de Veraguas es de Veraguas; como producto realizado en el pueblo fue acogida y adoptada por selección de esquemas; supo llegar al plano emotivo de las gentes, transformándose con el tiempo en la expresión típica del carácter étnico.
En la búsqueda y encuentro de la identidad cultural, que por su propia naturaleza del estado en que se encontraba era confusa, el uso de esa camisa en días festivos provoca una reacción social y psicológica en los grupos humanos que integran la incipiente sociedad que la induce a valorar lo que tiene, pues su uso se convierte en parte de un lenguaje emotivo e inconfundible (aún cuando ya no exista ni la fábrica ni Rafael Murgas).
Y es que cuando se “Viste de Domingo”, como un símbolo, nos ofrece otra visual de él mismo, hay una unión entre lo que es y a lo que quiere llegar a ser cuando se viste; es la vanidad.
La misma que logra que la sastrería y modistería se perfeccione con la vida de los pueblos, esto hizo posible la interacción de las ideas y el surgimiento de otros modelos de camisa.
La camisilla es el reflejo del alma colectiva de una raza y de un pueblo (VERAGUAS) en un determinado momento de su historia. Allí estuvo presente Rafael (Pito) Murgas. Y como dijese Reginaldo Macías; este retorno al ayer fue posible gracias a Florentina Polanco.
Las diferentes versiones sobre la hechura de la camisilla, son tan sólo aproximaciones histórico – geográficas a la genuina herencia de la hispanidad del siglo XVI; sin embargo, podemos afirmar que este desarrollo evolutivo no se verificó repentinamente, sino que a medida que se ejecuta el mestizaje, así también la camisilla y la forma de vestirse modifica su forma y su modelo, adquiriendo caracteres propios de la época, pero sobre todo recibiendo el sello personal de cada costurera.
En la medida en que se consolidó la cultura nacional y se indicó el desarrollo capitalista en el área de Veraguas, producto del acentuado proceso de ocupación de grandes extensiones de tierras por los terratenientes, se fue acelerando la desintegración de las comunidades tradicionales y fueron desapareciendo sus expresiones artísticas populares; entre ellas la confección de la camisilla.
Porque se fueron expandiendo aún más las diferencias culturales (producto de la emigración) entre los centros urbanos y los rurales como así mismo los reductos de la vida feudal y los centros de producción.
Es mediante el estudio de estos fenómenos como podemos visualizar la evolución de una sociedad que no permanece estática, que se va construyendo sobre bases religiosas, cuya atmósfera está impregnada por las opiniones de los viajeros arraigados a la burguesía capitalista imbuida de espíritu político, política que se convierte en el agente disgregador de los grupos sociales.
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