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Hub farmacéutico en un país donde se muere por falta de medicamentos.|


Por: Rekha Chandiramani
Periodista

En febrero del año pasado conocí a Swany Castillo en la salita de espera de Medcom. El tema del segmento en el noticiero era la falta de medicamentos. A mí me entrevistaron por la investigación periodística sobre el desabastecimiento y el oligopolio, parte del proyecto periodístico Receta Justa. Y Swany, quien estaba acompañada de su madre, contaría después su desgarrador testimonio: el perder a su hermano que esperaba un medicamento que nunca llegó.

Jairo, el hermano de Swany, tenía 41 años cuando falleció en el Oncológico. Tenía Leucemia Aguda Promielocítica y dos hijos pequeños. Uno de los tratamientos, el trióxido de arsénico, le hubiese dado la oportunidad del “rescate”, en palabras de los médicos. Pero ni la Caja de Seguro Social ni el Instituto Oncológico lo tenían. Y los distribuidores muchas veces corren a comprar sólo cuando tienen la orden de compra del gobierno…cuando ya es muy tarde. El medicamento es sólo para venta hospitalaria, aun así, Le expidieron una receta “para ver” si la familia de Jairo lo conseguía en otro país. Cuando Swany trató de comprarlo en Alemania, país en que reside, le dijeron así: “eso solo lo puede comprar un hospital”.

Irónicamente, quien tenía que comprarlo —el gobierno de Panamá— no podía hacerlo directamente al fabricante porque violaría la Ley 1 de compra de medicamentos, que les auto exige contratar empresas panameñas como intermediarias para esos menesteres. El volumen no daba tampoco para activar la pantomima de la Comisión de Desabastecimiento. La familia de Jairo sólo tenía la opción de conseguir inmediatamente la mitad de la dosis en un hospital privado. Pero no era suficiente.

Había tres pacientes más en la misma condición, pero Jairo ya no está para contarlo. Tampoco está ahora para ver cómo el gabinete de Cortizo se reunió en días pasados para hablar sobre un “hub farmacéutico”, para ver cómo estudian la viabilidad del país para “distribución de valor agregado, ensayos clínicos y fabricación nacional de medicamentos”.

Que encima de eso, según el comunicado de la Presidencia, dentro de sus “estrategias” están fomentar a la farmacéutica británica Glaxo Smith Kline (GSK) “a fin de expandir su producción local”, tras describirla como “la única multinacional que actualmente produce medicinas en Panamá”. Y allí se me quedó chica la cinta métrica para medir el ancho de semejante puerta giratoria que ha de haber cruzado el Dr. Ortega, que con todos los méritos dirige hoy la Senacyt, pero que está sentado en esa mesa tras haber trabajado 14 años en GSK, la misma farmacéutica que el gobierno de Cortizo dice que fomentará.

¿Cómo se explica eso de ser un hub farmacéutico a los hijos de Jairo, por ejemplo? Que su padre no pudo conseguir un medicamento por el eterno “no hay” que está en boca del personal de salud, que seguro tiene que tener mil veces mayor impotencia que la que nunca nos podremos imaginar. Ver morir a alguien porque la ley le prohíbe comprar a quien puede —y debe, según la Constitución— garantizar la salud de todos en este país.

Si este gobierno quiere zafarse de las ataduras de los malos intermediarios que especulan con el precio y el inventario de medicamentos, que los denuncie, que los castigue y que lo haga de una buena vez. Pero que no los reemplace por nuevas ataduras negociadas directamente, y ahora a puertas cerradas, con los fabricantes.

Que el remedio no sea peor que la enfermedad.

 

 

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