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EL SECRETO DE RAMONCITA (Cuento)

La presente obra, está escrita para personas con criterio formado. Algunas palabras pudieran resultar como en efecto, parte del lenguaje erótico, por lo que le dejamos a su arbitrio su lectura y disfrute de su belleza literaria.

Cuento de Gonzalo Delgado Quintero

A Paublito Santana, el brujo de El Copé, hasta ese momento, no le había sido extraño ningún tipo de enfermedades de las mujeres; además, él había atendido a muchas en sus muchos años de curandero. Sin embargo, por primera vez estaba ante un caso que no lograba precisar del todo; no podía determinar un remedio de los tantos que preparaba y recetaba. Pensó, sonrió y encogiendo los hombros y se dijo asimismo que difícil sino imposible es curar el mal de amores con una pócima. Un padecimiento que solo es posible aliviar de la única forma que todos conocemos.

El brujo sabio acababa de recibir la visita de su vieja amiga Petronila, quien, preocupada, le había explicado la situación por la que atravesaba su hija Ramoncita. Al final éste aceptó atender a la muchacha, diciéndole a la vieja campesina que esos casos los atendía con suma discreción y que debía enviar a la joven en la tardecita, cuando el sol se estaba poniendo, que además, hablara con su hija todo lo que él le había explicado.

  • Buenas noches siñol Paublitosaludó una hermosa joven acholada, campesina alta y de fuerte complexión.
  • Pase adelante[respondió Santana y preguntó] ¿usted es Ramoncita?…si para selvisle a usté…Respondió la muchacha.
  • A ver, dígame ¿qué le está sucediendo?...[preguntó Santana a la recién llegada]..
  • Bueno la verdá es que yo siento que lo que se dice estar enferma, no lo estoy…¿Y entonces de qué se trata? [Interrogó el brujo mientras prendía un cabo de tabaco con un tizón de leña]...
  • Le voy a explicá bien, porque la preocupación más bien es de Mamá…y la verdad es que yo me siento vigorosa, trabajo en el monte, en la casa y jago de t’o…lo único es que yo sufro de ganas, pué…y eso me da c’arratito…miri que hasta con el roce mínimo ahí mismo en la parte..y diuna vez viene el fogaje
  • ¿Y esos sofocos son muchas veces?…si siñol, bastante…En el día mínimo como ocho veces y en la noche, todos los días antes de dormir.

En su oficio Santana había aprendido importantes secretos con tribus amerindias, sobre todo, suramericanas de prestigio en el plano de la espiritualidad que le otorgaban poderes para comunicarse con el más allá.  Curaba el Mal de Ojo y llevaba a cabo muchas limpias, que las hacía acompañar de baños, brebajes, tomas y largas oraciones dichas en susurros ininteligibles y balbuceadas, pero el asunto de Ramoncita no le encajaba.

Sin embargo, este caso no sería su primer obstáculo y por tanto, su táctica fue hablar con la muchacha, primero para ganar su confianza y le dijera todo, para luego imaginar la  posible cura. Para ello, le fue elaborando de manera cuidadosa y bien pensadas, una serie de preguntas sobre su fogosidad sexual, de cómo se satisfacía, qué la excitaba con tal facilidad, qué hacía cuando todo aquello le devenía y en última instancia, la interrogó, teniendo en cuenta la referencia de Petronila su madre, sobre la posibilidad de tener algo anormal o diferente en su anatomía.

Ramoncita le contestó al brujo cada una de las preguntas a satisfacción. Con sus palabras campesinas le explicó que a ella le parecía que en efecto, sí tenía algo raro, poco común, que había afectado gran parte de su vida, sobre todo, después de su desarrollo como señorita y que de ello le devenía ese apetito carnal desmesurado, satisfecho a ratos, pero presente de manera constante.

Ante tal circunstancia, al brujo no le quedaba ninguna otra alternativa que no fuera la de auscultar a su joven paciente. Advirtiéndole que se controlara, manteniendo la serenidad durante la curación. El brujo sabía de antemano que un deseo erótico excesivo, tiende al descaro sicalíptico.

  • Mire Ramoncita, yo la voy a examinar, pero tendrá que quitarse la ropa. ¿usted me entiende?…[le explicó Santana a la joven]… y déjeme antes, prender la lámpara de gas para tener mejor iluminación y mientras tanto, le preparo una medicina relajante que la ayudará a calmarse en los momentos en que yo la esté revisando.

Con todo preparado, el brujo procedió a conducir a la muchacha a un rincón más reservado, donde tenía una cama estilo género [tipo catre] preparada siempre, dispuesta para atender a las mujeres, pero Paublito seguía preocupado, sin saber precisar un diagnóstico para su joven paciente.

Sin embargo, el curandero tenía una ventaja. El Brujo Santana lo que no sabía lo inventaba; además, muy en el fondo él sospechaba lo que estaba ocurriéndole a Ramona. Teniendo en cuenta estos barruntos pensó entonces.

  • ¿Qué me puede pasar si no doy con la cura de esta mujer?...¡Total, yo creo que esta muchacha no está enferma de ninguna forma!.

Además, Paublito contaba en la parte más secreta, en los casos que trascendían a la dimensión espiritual, un amplio repertorio para atender a quienes requerían de sus servicios en el sutil ámbito de lo etéreo, en el arte de las ciencias ocultas, para los desencantos amorosos, el amarre y la disolución que venían a ser males mentales mucho más graves que el padecimiento febril de esta muchacha.

Ramoncita no sería de ninguna manera la horma de su sombrero. El hechicero era una persona de muchos conocimientos. Sabía quitar embrujos, invocar los espíritus, además de tumbar, amarrar y liberar brujas. Uno de esos tantos casos  nos los refirió José Mendoza, un vecino del lugar, explicando que en cierta ocasión Santana tumbó a una bruja voladora:

  • Santana en una ocasión controló la mala intención de una hechicera y lo que hizo para neutralizar esa bruja, fue a través del rezo de unas oraciones, al percatarse de su presencia, al tiempo que iba anudando un cordel bendito con el que finalmente, inmovilizó a la bruja.

Por todas esas características que adornaban al brujo Santana, este casito de Ramona aunque le resultaba extraño,  solo lo obligaba a  tomar medidas drásticas y así lo hizo.

  • Siñol Paublito… ¿y qué tengo que jacel?.
  • Bueno Ramoncita, recuéstese allí en la cama y espéreme, pero quítese la ropa que debo verle allá abajo para saber de qué se trata todo esto… ¿tiene algún problema con eso Ramoncita?.
  • No siñol, pero… ¿me quito el pollerón?…
  • Si quiere también, pero la ropa de adentro, sí es necesario. [dijo el curandero a la muchacha].

A lo que ella respondió...bueno, total, entonces solo me levanto la falda porque no traigo n’a puesto abajo

  • Cómo quiera... [le dijo el brujo en forma sobria].

Santana se dispuso al tratamiento de la muchacha, inclinando su cara debajo de la falda de la paciente.

  • Que me lleve el diablo…muchacha….esto es grandísimo... [exclamó el brujo]…No se mueva y tranquilícese que debo ver con mayor detenimiento para saber qué debo hacer con esto después.

Santana retomó la sobriedad después de semejante sorpresa y le comenzó a explicar a Ramoncita las posibles consecuencias de tener ese órgano vestigial exageradamente grande.

  • Creo que eso lo debemos arreglar y, sí, también se puede operar[dijo el brujo].

Santana ya había tomado su decisión, y muy bien pensada, sobre cómo curar el padecimiento de Ramona. Sin decir nada a la paciente, buscó un cuchillo y lo afiló ligeramente en presencia de ella, luego lo puso sobre las brasas de leña de nance encendidas, donde antes había hervido agua…allí dejó el puñal en el fogón sobre los tizones, tomó la olla con agua y le introdujo unas hojas de salvia y valeriana en infusión. Después de unos minutos de reposo, le sirvió el té en una taza, dándole a beber a la muchacha.

  • ..tómese este brebaje que es un remedio que la ayudará con su padecimiento… espere unos minutos y me avisa cuando le sube un calorcito.

Luego, después de unos tres minutos, el curandero reinició nuevamente el proceso curativo ginecológico. Prácticamente se metió debajo del largo pollerón de la muchacha procediendo a observar de cerca la vulva de Ramona.

Al iniciar la exploración vaginal, la muchacha soltó un quejido y Paublito se detuvo…

  • ¿le dolió?..preguntó el brujo
  • No siñol…¡me gustó… y ya me entró el calorcito de la medicina!...contestó ella.

Él continuó palpando hacia adentro y ligeramente hacia arriba, tratando de examinar la parte del área conocido como  Punto G,  lado interno vaginal identificado así, por la primera letra del apellido del médico  judío alemán Ernst Grafenberg (en verdad es Punto Grafenberg, y vaya parte de la vagina para colocar el apellido). Santana prosiguió luego, explorando la configuración de aquel impresionante clítoris que comenzaba a crecer en toda su desproporcionada extensión.

El gran maestro, después, con mucho cuidado, se dispuso a frotar los labios vaginales  que también se evidenciaban esplendorosos, con un color rojizo por dentro al ser desdoblados, movidos por los dedos del brujo que en tan solo un minuto estaba haciendo magia curativa con Ramoncita.

El nivel de excitación de la muchacha era tal, que entre acortados susurros y gemidos dijo:

  • Siga siñol…siga…no se detenga.

Él solo advirtió:

  • Cálmese Ramoncita, que esto es profesional y todavía falta mucho tiempo para que yo termine de examinarla toda

Santana, después de revisar los labios vaginales y la parte interna de la propia vagina, al no observar ningún tipo de enfermedad, procedió seguidamente a palpar con los dedos, el enorme clítoris de la <sufrida>  joven.

Apenas si había rozado esa parte delicada y sensible de Ramona, cuando la muchacha, saltó inesperadamente, se levantó de aquel catre y sin mediar palabras se despojó desesperada, totalmente del pollerón, como si las enaguas le estorbaran y nuevamente se acostó completamente desnuda. La muchacha lucía un cuerpo carnoso, pero magro a la vez. Con piernas y brazos fuertes,  un vientre con líneas apenas perceptibles, pero que hacían notar un paquete de seis (six-pack) abdominal, caderas anchas, tetas redondeadas, fuertes y de grandes pezones rodeados por una areola oscura, singular y muy amplia, típica de la raza. En ese momento, Paublito receloso pero con calma, se le acercó nuevamente y prosiguió examinando, ahora a su discreción, el clítoris de la paciente.

  • Debo frotar esto para ver qué pasa[le dijo Paublito a Ramoncita].

En tanto ella, con movimientos corporales inquietos, respondió desesperada:

  • Dele siñol… examíneme... que quiero curarme de este desespero.

El brujo comenzó su trabajo con sencillas frotaciones utilizando aceites esenciales durante unos pocos minutos y allí mismo, observó el acrecentamiento de la enorme carúncula. El lobanillo de Ramoncita era un tanto delgado, pero su largura superaba el tamaño de un pene promedio que, aunque adherido, crecía desmesuradamente en la medida del estímulo, llegando a medir en la parte externa unos 15 centímetros aproximadamente.

  • Siñoool…siñooool, siiigaas…as…asss

La muchacha no pudo contenerse deviniendo al clímax con tan solo un pequeño roce intensificado con una ligera presión incrementada con mayor fuerza por la mano del hechicero que iba aplicando gradualmente…

  • Cálmese Ramoncita [le pidió nuevamente Paublito]…que todavía no termino.

Santana le aplicó a Ramoncita este proceso curativo por las siguientes dos horas, luego de que una hora antes había dejado de contar, después de haber sumado unos 10 orgasmos de la paciente. En este proceso terapéutico pudo observar una serie de hasta 20 contracciones, lo que en una mujer común solo se le produce una o máximo dos veces y lo que a otras le dura 10 segundos a esta paciente se le prolongaba hasta un minuto, y esos múltiples orgasmos eran acompañados de impresionantes contorsiones pélvicas.

Finalmente, y para ese momento el maestro tenía ya su diagnóstico, el cual se  prestaba a explicarle a Ramona en el momento en que ella preguntó.

  • ¡Siñol Paublito lo que me pasa!, ¿es malo?.

La respuesta del brujo no se hizo esperar y en forma directa le dijo.

  • Se podría decir que si hay algo y eso tiene que ver con el tamaño de su <Dulzura de Venus> [si…si…señores, el maestro era leído], Ramoncita lo que usted le sucede es que al tener ese Bartolino muy largo, con poquito se perturba y se arrecha y eso no está bien…porque esa enorme extensión le ha provocado que usted sufra del Mal de la Excitación Vaginal Prolongada que es la enfermedad de la histeria femenina que hace que la mujer sufra de estimulación continua, aunque no esté pensando en relación con hombres.

La acholada y robusta muchacha permanecía atenta, sin embargo, un tanto preocupada, preguntó al brujo:

  • ¿y eso me va a matar?.

Santana le contestó con criterio misterioso, pero con cierta intención subyacente que dejaba a la interpretación de Ramoncita.

  • No, que va; además, eso lo podemos arreglar…Pero otra cosa que usted tiene en sus partes, es que ha desarrollado los músculos internos en su vagina que al momento de tener relaciones sexuales puede contraerlos, por estos lugares lo conocemos como chupachupa y por ello es que le deviene ese fuego uterino que ahora los médicos le dan el nombre de hipersexualidad.

Según se desprendía del diagnóstico de Santana, en verdad la naturaleza se había <ensañado> con Ramoncita, dotándola con tantos complementos en su parte íntima en un entorno social prejuicio y escaso de hombres. Llegado el momento definitivo él dijo:

  • ¡Espéreme un momento que voy a hacer algo para curarte definitivamente!

El brujo, se dirigió al fogón y buscó el cuchillo que para ese momento estaba al rojo vivo y a cierta distancia le preguntó con voz decidida.

  • ¿Cómo se siente ahora después de que se bebió la medicina?, [mientras se acercaba lentamente a ella con la herramienta humeante].

Ramoncita rápidamente tomó el vestido se lo puso y le dijo a Paublito Santana...

  • ¡Oiga siñol…yo jallo que usted es el mejor curandero del mundo…esa medecina me ha curao del todo, y me quitó la ansiedad!.

Paublito adelantó un paso más hacia ella apuntando sus partes con el puñal caliente que sostenía en la mano con la cacha envuelta en un trapo.

  • ¿Seguro que está curada?…porque podemos seguir ahora con la otra operación.

Ante tal posibilidad, Ramoncita salió corriendo; huyendo de la casa de aquel efectivo curandero, ante lo que había interpretado como una posible ablación que le practicaría el brujo. Ella exclamaba desesperada. ¡No siñol, no me opere que estoy curada… toy curá! ...desapareciendo entre la oscuridad y el monte,  sin la disposición de regresar nunca más.

FIN

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