Ramiro Guerra M. Abogado y cientista político.
Escribí hace tiempo que, después de la invasión USA al país, el establisment y los grupos de poder, pusieron en ejecución su estrategia de sumir al pueblo panameño en una suerte de pérdida del sentido de identidad y de una especie de anulación de una conciencia para sí y en su lugar se dió curso a un post modernismo miserable, priorizándose lo banal, lo baladí y lo lumpen.
En política el clientelismo cogió fuerza y el prebendalismo mediático, desde el estado y los gobiernos, dieron cuenta de saqueos, el individualismo elevado a santo de procesión. En síntesis, se dio origen a un estado perverso. En un ambiente de apariencia de democracia pero absolutamente insuficiente, precaria y en ella, estructuras de partidos gestores y cómplices de esta trágica realidad.
Obvio lo anterior, agravado por un vacío insondable de dirección y ausencia de líderes con visión de una patria renovada. La hegemonía del imperio y los clanes de poder económico, cómodos y sin real oposición orgánica.
Los medios mediáticos, han sido columna fuerte de adormecimiento de la conciencia del pueblo. Hemos llegado al extremo de consumir ese disparate, que el pueblo es responsable de su cruda y duda realidad. Hasta los progres, repiten este cantar de pura manipulación.
No se trata de pesimismo; el futuro apunta hacia más de lo mismo. Cierto, destellan indicios de revertir la cruel realidad. Esta duro, pero no perder la esperanza es la consigna.
Dicen que las revoluciones son como el topo y a veces aparecen en la vida de un pueblo, para poner orden. Amanecerá y veremos.
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